“Nunca creí que poner un plato de comida en la mesa del pobre, fuese a causar tanto odio contra mí. “
(ex-presidente Lula da Silva)
INTRODUCCIÓN
En Brasil, los resultados de las elecciones del pasado 7 de Octubre, en una primera vuelta, y que han culminado el 28 de Octubre en la segunda vuelta, con la imparable ascensión del fascismo encarnado en Jair Bolsonaro, ha situado al país en el centro del interés informativo, aumentando el foco de atención para entender qué ocurre allí y que ha pasado para que una extrema derecha de corte fascista haya ganado con más de la mitad de los votos. Como se suele decir, es normal que en una demcoracia se pierdan unas elecciones, lo que no debería ser normal es que una democracia se pierda en una elección.
Ya se preveía el triunfo fascista en la primera vuelta, pero no que su apoyo llegase a más del 56% de los votantes. .¿Que está ocurriendo para que el pueblo brasileño vote como lo ha hecho?
Brasil está atravesando una situación crítica y excepcional. Después de años de gobiernos del PT que desarrollaron una decidida apuesta social nunca vista en la historia del país, se enfrenta ahora a la vuelta del fascismo más cruel y a la amenaza de la vuelta a la dictadura militar. Esto ha sido precedido por una larga operación de acoso y derribo del PT, en las personas del Lula da Silva y Dilma Roussef. Para ello la totalidad del Poder Judicial y de los medios se ha utilizado desde las derechas para un golpe de estado que escenificó el miserable del presidente Temer.
Se desalojó de la presidencia a Dilma Roussef tras una vergonzosa ofensiva judicial y mediática con la reaccionaria y derechista Rede Globo al frente. Luego se encarceló a Lula, sin ningún tipo de prueba, en un claro ejemplo de ilegalidad jurídica, sólo para impedirle competir en las elecciones.
A ello se unió un claro posicionamiento golpista de las Fuerzas Armadas brasileñas, amenazando con la vuelta a la dictadura militar de tan infausto y sangriento recuerdo. Como dijo el alíado del fascista Bolsonaro, el general Antonio Hamilton Mourao: “… O las instituciones solucionan el problema político o entonces nosotros tendremos que imponer una intervención militar..” Otros generales como el general Eduardo Vilas Boas apoyan esa vuelta a la dictadura. Todo ello dentro de los exabruptos de Bolsonaro, el llamado “Hitler brasileiro” que alaba la dictadura miliytar, a sus torturadores y a sus asesinos, muchos de ellos a su lado hoy día.
Brasil fue destruido por el gobierno Temer, hasta el punto de anular la casi totalidad de las conquistas sociales de la época del PT, y volver al país a una recesión brutal, a la ruina económica, a la entrega de las riquezas naturales y energéticas a manos extranjeras y a un clima de exasperación social.
El centro político se ha evaporado, ya sólo quedan izquierda y fascismo. La población brasileña ya sólo se decanta por extremos. Por ello, hemos asistido al triunfo total de Bolsonaro, siendo que el candidato alternativo del PT, Haddad, se ha quedado muchos puntos detrás.
En este contexto, creo necesario intentar una aproximación a la radiografía de esta situación intentando examinarla y analizarla.
LOS GOBIERNOS DE LULA Y DILMA. UNA REVOLUCIÓN SOCIAL CON LUCES Y SOMBRAS.
Durante 13 años, los gobiernos de Dilma Rousseff y Luiz Inácio Lula da Silva promovieron una serie de avances políticos, económicos y sociales en beneficio del pueblo brasileño. Entre 2003 y 2016 con el Partido de los Trabajadores (PT), el país experimentó una evolución económica y una verdadera revolución social que jamás había ocurrido a lo largo de toda la historia de Brasil.
Logros de los Gobiernos del Partido de los Trabajadores.
Desde el año 2003 con la llegada de Lula al poder, más de 40 millones de brasileños consiguieron salir de la pobreza, hecho nunca ocurrido en la historia del país. Además se registró un crecimiento de las clases medias gracias al aumento de los puestos de trabajo. Y al mismo tiempo Brasil, con la segunda mayor deuda externa del mundo, pagó toda ella y pasó a ser la décima potencia mundial.
También hubo avances en la reforma del sistema político y electoral, con la intención de promover la participación popular, la descentralización de los servicios públicos y el planteamiento de una mejor distribución de la renta petrolera.
En 2010, Lula dejó sus egundo mandato con un 7,5 de crecimiento económico y un salario mínimo 54% mayor que el de su primer Gobierno. Su sucesora, Dilma Rousseff amplió los planes sociales, generó más de 5,4 millones de puestos de trabajo y aumentó más el salario mínimo.
Planes Sociales
A Luiz Inácio Lula da Silva no se le olvidó nunca lo que hizo el primer día de su gestión como presidente de Brasil fue reunir a todos sus ministros, subirlos a un avión y llevarlos a los lugares más pobres del país. Quería que el presidente del Banco Central o su ministro de Hacienda “vieran a ese país que no se queja, que no hace manifestaciones, pero que está ahí, que es real y verdadero.
Da Silva conocía muy bien esos sectores. Salió de una de esas zonas donde es común que los niños vayan a la cama sin comer o pasen un domingo sin almuerzo. “Conocí el pan por primera vez a los 7 años –recordó el ex mandatario–. Hasta esa edad, el café que me tomaba por la mañana era con harina de yuca. Sé que es la desesperación de una madre que está delante de un fogón sin gas y sin lo más elemental para hacer una comida para la familia”.
Durante su visita al país, el ex presidente de Brasil compartió no sólo su historia de vida, sino los resultados de su política social que sacó a 28.000.000 de brasileros de la pobreza (sólo en su primer mandato)y que redujo drásticamente los niveles de desnutrición y desescolarización de los niños y jóvenes de su país.
Los Gobiernos del PT actuaron en el plano social con una serie de planes estructurados y sostenidos a lo largo del tiempo. Así se llevaron a cabo:
MINHA CASA, MINHA VIDA / FARMÁCIA POPULAR / AGRICULTURA FAMILIAR / MAIS MÉDICOS / LUZ PARA TODOS / ÁGUA PARA TODOS / PROUNI / FIES (Fondo de Financiación para los Estudiantes de Estudios Superiores) / FOME ZERO ( Combate contra el Hambre) / BOLSA FAMILIA ( transferencia de renta a las familias ) …
El programa BOLSA FAMILIA fue significativo, otorgando ayuda financiera directa a familias de bajos recursos, además de brindar educación infantil gratuita. Benefició a más de 11 millones de familias, con más de 44 millones de personas. El éxito impulsó el plan hacia naciones como Paraguay, Bolivia y Ecuador junto a ocho países africanos que firmaron acuerdos de cooperación con el gobierno brasileño para adaptar el modelo a sus realidades. Luiz Inácio Lula da Silva implantó varias estrategias clave para lograr los resultados. Una fue bancarizar la población pobre: en un año 45’000.000 de brasileros tenían cuentas bancarias activas, y esto ayudó a hacer viable la segunda estrategia: no dejarles a intermediarios la administración ni la entrega de estos recursos públicos. Como dijo el ex-presidente: “No creo que deba existir la figura del intermediario, porque la mitad del dinero se queda con él. En Brasil las personas que reciben beneficios del gobierno no tienen contacto con intermediarios. Reciben una tarjeta magnética con la que puede ir al banco y sacar el dinero. Eso es sagrado”, recalcó el ex presidente.
Como expresó Lula en su día: “..Equipos del gobierno viajaron a lugares remotos en donde encontraron habitantes que ni siquiera tenían actas de nacimiento; eran ciudadanos que no existían. Ellos son hoy beneficiarios del programa bolsa familia, que entrega tarjetas a las mujeres del hogar para que cuenten con el dinero para la alimentación y la educación de su familia. Son 13 millones de tarjetas. Las personas van al banco y no les deben favores a alcaldes ni a gobernadores ni al presidente. Me decían que estaba desperdiciando el dinero, que estaba creando vagabundos que no trabajaban. Había personas que criticaban que los pobres compraran lápices o zapatos para los niños y no comida. Eso es fácil decirlo para alguien que los tiene, pero no para los que nunca lo han tenido. Quienes nunca han pasado hambre ni necesidades no saben qué son 80 dólares en manos de una madre de familia”.
El programa FOME ZERO ( HAMBRE CERO) se desarrolló íntimamente ligado al de BOLSA FAMILIA y a otros 34 programas interrelacionados, con el objetivo de acabar con la miseria extrema y con el hambre que alcanzaba a más de 34 millones de personas. Implantado en 2003 con el decidido apoyo de las Naciones Unidas a través de la FAO, llevó a la creación de un Ministerio específico, el Ministerio de Desarrollo Social y Combate contra el Hambre). Entre algunas de sus medidas destacaron:
El reparto de alimentos y distribución de suplementos vitamínicos y minerales en un plan de choque, junto con la implantación de restaurantes de bajo costo y la construcción de canales y sistemas de agua en las zonas más áridas
Otras medidas complementarias fueron: la ayuda directa a las familias por medio de las tarjetas del programa BOLSA FAMILIA; el apoyo a la agricultura familiar por ayudas directas, capacitación y microcréditos; la educación y capacitación en alimentos saludables
A medio y largo plazo el programa arrojó resultados espectaculares con más del 82,4% de mejoras en la alimentación y erradicación del hambre. Y sin duda el apoyo económico directo a las familias fue el instrumento fundamental, significando la mayor transferencia de efectivos jamás realizada en el mundo.
Por otra parte, el plan habitacional «Mi Casa, Mi Vida», surgido en 2009, supuso la entrega de viviendas a hogares cuyos ingresos no sumaban más de tres salarios mínimos mensuales. ha generado cerca de dos millones de empleos.
Asimismo, el programa «Más Médicos«, impulsado en 2013 por Rousseff, contó con cerca de 20.000 profesionales de la salud, de los que aproximadamente 12.000 son médicos cubanos que velaron por el cuidado de la salud de más de 63 millones de personas, distribuidas en cuatro mil municipios y 34 distritos sanitarios especiales indígenas.
Al aumentar el salario mínimo un 62% en cinco años hizo aumentar el consumo nacional siete veces más, con el consiguiente impulso económico que benefició a todo el país. Ese crecimiento permitió, como se ha dicho, saldar la deuda externa del país.
En definitiva la verdadera revolución social que supuso la acción de los gobiernos del PT, trajo no sólo beneficios tangibles, sino también una aumento de la dignidad, siendo que los pobres fueron tratados, por primera vez, como ciudadanos de pleno derecho. Millones de estudiantes antes sin recursos pudieron alcanzar estudios superiores, mucha gente pudo comprar su casa, viajar de avión, dar estudios a sus hijos, tener un empleo….
Sombras de la gestión del PT
Uno de los empresarios brasileños más corruptos, Marcelo Odebrecht, resumió de forma magistral el error fundamental de Lula cuando expresó: “Lula hizo todo por los pobres, pero nunca quiso molestar a los de arriba.” En los planos políticos y económicos Lula estuvo lejos de ser un presidente revolucionario, jamás renegó del capitalismo, ni siquiera del nefasto capitalismo neoliberal y salvaje. Sólo pretendió utilizar parte de las riquezas del modelo capitalista para ocuparse de las masas más desfavorecidas, contando que eso no importaría a las élites sociales y económicas. Por eso se limitó a una política distributiva que, aunque extremadamente importante, no rompió con la lógica neoliberal. Además su política no pasó por el fortalecimiento de las organizaciones de la clase obrera, sino que se ocupó sólo de los individuos aislados, negando así la lucha de clases y alentando una desmovilización de las bases del PT y del tejido asociativo del país.
Lula imaginó que un muy poco sacrificio de las clases medias y altas y en una situación económica realmente favorable, sería posible distribuir los ingresos para ayudar a los más pobres sin contradecir los intereses de los grandes capitalistas. Y ocurrió justo lo contrario.
A este error de juicio sobre las élites brasileñas, se sumó el hecho de que el lulismo se enfocó en la conciliación de clases y al hacerlo, negó el principio de la lucha de clases, que es el núcleo de la identidad ideológica de cualquier partido que desee estar a la izquierda. Eso provocó una fractura entre las cúpulas y las bases del PT que se fue agravando, especialmente en los tiempos de Dilma Rousseff.
A todo ello se sumaron los diversos errores y malas praxis del PT. Quienes en el curso de los últimos años han abandonado el PT lo han hecho, entre varios motivos, por frustración y desencanto. Los petistas en las elecciones municipales de 2016 salieron como los grandes perdedores, y los grandes escándalos de corrupción como el caso “Lava Jato”, aceleraron el menoscabo de confianza de la población frente a un gobierno que, desde sus primeros años, habló e hizo mucho por los trabajadores, pero gobernaba junto los empresarios y para beneficio de éstos. Muchos de los políticos que llegaron al poder con el PT han estado vinculados a los grupos empresariales y financieros. No se puede ocultar la exitosa gestión de Lula en el ámbito social, pero no es menos cierto que el PT gobernó guiándose por las fórmulas impuestas por el Fondo Monetario Internacional y beneficiando a las poderosas élites económicas brasileñas.
En su primer gobierno, Lula se aprovechó del aumento de la demanda mundial de materias primas para pagar toda la deuda con el FMI en 2005, elevando el crecimiento económico y convirtiendo a Brasil en una de las mayores economías del planeta. No obstante persistieron debilidades no explicitadas, como el mantenimiento del mismo orden capitalista y neoliberal de siempre, la fracasada política de conciliación de clases y la creciente desmovilización y falta de formación de los votantes del PT, cada vez más clientes y beneficiarios de una política distributiva y no agentes de un proceso de transformación social.
Al mismo tiempo, Lula comenzó a hacer concesiones a la burguesía, como la contrarreforma de la previdencia social de los funcionarios públicos, o la ley de tercerización que fragilizó los derechos laborales. Pero cuando la derecha le exigió que implantara medidas más profundas, como la Reforma Laboral que luego impulsó Temer y que acabó con los derechos de los trabajadores, Lula se negó, no podía realizar medidas tan injustas. Así que el bloque burgués y el gran capital apostaron entonces por la confrontación y la destrucción institucional del PT.
En la segunda fase del PT, el huevo de la serpiente fascista comenzó a incubarse en 2010 cuando Dilma Roussef sucede a Lula en la jefatura del estado. Se trató de una elección que fue aceptada por el PT pero que no entusiasmó ni a las bases ni a los electores. Dilma, autoritaria y muy lejos del carisma de Lula, recibió una herencia razonable de éxito económico. Además, no tardaron en presentarse los nubarrones de la crisis que no fue bien administrada, y el PT comenzó a perder votos y acumular desencanto en sus filas y en la población en general.
En las elecciones de 2014 Dilma sólo ganó por la mínima, con sólo un 51,58% de los votos. Para entonces la clase media blanca y las clases altas ya habían iniciado su rebelión contra el PT. El estallido de los escándalos de corrupción que no se supieron atajar ni aclarar, como el caso de la nefasta gestión y altos índices de corrupción del Mundial de Fútbol, minaron mucho la popularidad del gobierno. En 2014, Rousseff lanzó un plan de ajuste neoliberal por temor al avance de la burguesía capitalista brasileña, y para ello, se rodeó de un gabinete con gente de derechas. Y comenzó una política de todo tipo de recortes en inversiones públicas, con graves consecuencias en áreas como el medio ambiente, la educación y la salud, al tiempo que se devaluó la moneda y se redujeron los salarios y el consumo. Se alcanzaron los 12 millones de parados y una deuda pública del 78,4% del Producto Interno Bruto. Esto fue agravado con un clima de resentimiento de una parte de la población con la deriva del PT, se sentía que éste había jugado con la confianza del pueblo, con sus expectativas y con sus anhelos de un cambio real y profundo. Y, con lo que se encontraban era con un partido con una ética no tan diferente en la práctica de la de la derecha.
Así que con una Dilma debilitada y un gobierno desprestigiado se levantó la veda para tumbar a una presidenta que, a juicio de la derecha, reunía las condiciones para su expulsión: ser mujer y ser de izquierdas.
El golpe institucional del 2016, se abrió alentado por la prensa de derechas (casi toda ella) y encontró terreno propicio en las clases medias y altas urbanas, blancas y del Sur del país, fundamentalmente las clases medias carioca y paulista. Esta clase media, que se había beneficiado del crecimiento económico de los tiempos de Lula, no estaba dispuesta a aceptar que se había acabado la fiesta y se revolvió tanto contra el gobierno como contra los sectores que lo apoyaban. Se desató el siempre larvado odio contra el pobre, se multiplicaron los actos de racismo, xenofobia e intolerancia.
De eso a la caída de Dilma no faltó mucho. El golpe se consumó, a la cabeza de Michel Temer su propio vice-presidente, cuando Dilma fue condenada por haber hecho un cambio contable en una partida de los presupuestos del estado, práctica habitual en Brasil al menos desde 1990 sin que nunca nadie dijera nada. No fue condenada por corrupción, aunque estaba rodeada de oleadas de escándalos que por entonces ya afectaban incluso al entorno de Lula, su mentor.
LAS ÉLITES BRASILEÑAS Y SU ODIO CONTRA EL PUEBLO COMO ELEMENTO CLAVE DEL ÉXITO DEL FASCISMO.
“Nosotros tenemos una de las élites más opulentas,
antisociales y conservadoras del mundo»
( Darcy Ribeiro)
Lula sólo pretendió utilizar parte de las riquezas del modelo capitalista para ocuparse de las masas más desfavorecidas, contando que eso no importaría a las élites sociales y económicas. Lula imaginó que con un poco de sacrificio de las clases medias y altas y en una situación económica realmente favorable, sería posible distribuir los ingresos para ayudar a los más pobres sin contradecir los intereses de los grandes capitalistas. Y ocurrió justo lo contrario.
Sin embargo, los ricos fueron más ricos con Lula. Especialmente las industrias de exportación y los grandes propietarios latifundistas se enriquecieron aún más con la apuesta de exportación de materias primas por los gobiernos del PT.
Tampoco tuvo mucho que ver con la corrupción, el PT fue el partido menos corrupto de la larga historia de la corrupción brasileña.
Entonces, ¿por qué las élites brasileñas odian a Lula? El odio a Lula es arcaico, hunde sus raíces en los viejos valores aristocráticos y burgueses. Después de una década de PT mucha gente creyó ingenuamente que las élites habían cambiado, no lo hicieron, no cambiaron, no mejoraron, siguen iguales que siempre. Lula, ingenuamente, concedió un margen de generosidad a las élites, nunca imaginó que esas personas pudieran ser tan bajas y tan ruines. El problema es que Brasil tiene una clase media y alta de las más egoístas, insolidarias e insensibles del mundo. Además son élites imbuidas de sus privilegios que considera sagrados y no están dispuestas a perder ni unas migajas de su poder.
Estas poderosas élites jamás han creído en el pueblo, al que han matado, pisoteado, robado y humillado, y a quien siempre le han negado la libertad y la justicia. Nadie de estas clases sociales ha querido jamás acercarse a la gente, nunca han querido saber lo que el pueblo sufría, o con lo que soñaba, lo que deseaban del mundo, lo que podían ofrecer. Nadie de las clases privilegiadas preguntó nunca nada al pueblo. Y es que estas personas no conocen a la gente del pueblo en absoluto. Hablan en nombre del pueblo, un pueblo al que desconocen por completo y que nunca les dio autoridad para hablar por él.
Las élites brasileñas consideran a las personas que no son de su clase como si fueran extraños, para ellos todo el país es mero populacho. Creen que todo el país les pertenece, detestan al pueblo y sobre todo a los pobres de una manera visceral. Tienen vergüenza de las personas humildes y de todo lo que se refiere a ellas. En el fondo tienen vergüenza de ser brasileños, se consideran europeos desterrados, y no soportan ni siquiera la lengua que hablan. Son extranjeros en Brasil, porque nunca se conformaron con nacer y vivir allí. Representan, como decía el cantor Chico Buarque, esa clase social que vive de cara al mar y de espaldas al Brasil.
Por eso el simple hecho de que los pobres puedan ganar alguna cosa, molesta a los rentistas, a los parásitos ricos que no trabajaron en su vida, a los poderosos. Porque las élites brasileñas tienen miedo y asco del pobre, de los negros, de los indios, de los diferentes; por eso cuando con Lula los pobres comenzaron a poder consumir, el hecho de tenerlos tan de cerca, viajando de avión con los ricos, rozando con ellos en espacios de consumo, de ocio, produce un profundo asco y rechazo a toda esa gente. Porque para esas clases sociales el pobre solo puede gemir de dolor, en su sadismo inmoral no consiguen aceptar el gozo del pobre. La tragedia de Brasil es esa clase social forjada en la esclavitud, acostumbrada a mandar y ordenar e históricamente comprometida con la reacción y el atraso. La burguesía y las clases altas están atravesadas por un hilo de sangre que se llama odio de clase, heredado de la esclavitud y del orden colonial en el que prosperó.
La clase media veía a los pobres, “fuera de su lugar”, codo a codo con los poderosos en muchos espacios. Gracias a las ayudas estatales, los pobres podían viajar en avión, podían ahorrar algún dinero y entrar en lugares antes vedados. La clase media sentía que estaba pagando con sus impuestos que los pobres invadieran aeropuertos, centros comerciales y cafeterías. Cuando la empleada doméstica comenzó a usar el mismo perfume que la patrona, aunque lo hubiese adquirido a plazos; cuando el hijo del portero comienza a estudiar en la universidad, cuando todo eso ocurre el régimen de distinción de ser “superior” de la clase media se venía abajo. Y hasta ahí no estaba dispuesta a llegar.
Así comenzó la sublevación y la crítica enfurecida hacia unos programas sociales que para los ricos sólo servían para mantener vagos y delincuentes a cuenta de “su” dinero. Y esta campaña de odio se cebó, en primer lugar en Lula. Es nordestino, de la región más pobre del país, trabajador manual, el hombre del pueblo que se atrevió osadamente a gobernar. Con su “alma de pobre”, Lula nunc fue aceptado por la burguesía, los poderosos no aceptan sentar en la mesa con un plebeyo. En un país en el que la política siempre fue asunto a ser tratado por las élites, entre oligarcas, Lula representa el radicalismo, aunque demostró no serlo, pero siempre se encaró como un peligro y una afrenta para las clases medias.
Estas reacciones de las clases medias y altas, no tienen que ver con un fascismo clásico, la mayor parte de los que han votado a Bolsonaro, ni saben lo que es fascismo, se trata de odio, de un odio al pobre de hace siglos, es el odio de una élite arcaica que goza con la distinción, con sentirse superior. Es la tragedia de una sociedad de modernización incompleta, forjada durante la esclavitud y controlada por élites atrasadas y criminales.
Fue con este tipo de gentuza que Lula creyó que podía gobernar sin problemas, creyó que esas clases sociales podrían ceder un poco de sus privilegios, aunque fuese solo un poco. Fue un error, un tremendo error. La caída de Dilma y la condena de Lula abrieron las compuertas de un odio macizo, colonial y genocida de los de arriba, y ese odio de los poderosos cuenta con el apoyo de casi la mitad de la población, como las viejas y depauperadas clases medias bajas, la porción de pobres que ascendieron algunos peldaños en la escala social y todos aquellos que sueñan con emular a los más ricos. Estos pobres odian al resto de los pobres porque sienten la precariedad sobre sus cabezas.
EL BRASIL POST-GOLPE. EL REACCIONARISMO DEL GOBIERNO TEMER
“ ¡Qué época tan terrible ésta en la que unos idiotas
gobiernan a unos ciegos ! “
( William Shakespeare)
El conocido como “golpe institucional” contra Dilma tuvo sus raíces en el miedo que las élites colonialistas brasileñas sintieron al ver amenazado su sistema oligárquico de mantenimiento de sus privilegios. A pesar de todos sus errores el PT alentó por primera vez en la historia brasileña un Estado de Ciudadanos, un decidido combate a las desigualdades y una ascensión popular. Por eso se dio el golpe al mando de Michel Temer, quien fue vicepresidente en el gobierno de Dilma. El proceso de soberanía popular fue roto por una gran conjunción de fuerzas. En primer lugar se utilizó para ello al Parlamento, compuesto en su mayoría por los peores ejemplares de políticos representantes de partidos que jamás se comprometieron con el pueblo. Se arquitecto así un golpe institucional bien articulado entre los políticos y el poder judicial. Además se contó con la alianza de toda la derecha y de grupos directamente fascistas, así como con casi toda la clase empresarial y financiera y las fuerzas armadas. Finalmente todos estos grupos contaron con unos medios de comunicación irresponsables, reaccionarios y corruptos que ayudaron con su poder a paralizar el proceso democrático y hacer retroceder al país a los períodos más tenebrosos de su historia.
Así el golpe contra Dilma se basó en argumentos de machismo, militarismo, criminalización de los movimientos sociales, aversión a la diversidad, odio a los pobres y exaltación del racismo, demostrando el objetivo visceral de desmontar los mecanismos de ascensión social de los más pobres.
El golpe fue el triunfo de personas reaccionarias y toscas, que alimentan una gran cadena de corrupción y prácticas mafiosas escondidas detrás de los latifundios, la religión, los militares y los jueces. Gentuza que incentiva la violencia y la tortura, exaltan la ignorancia y la hipocresía. Prostituidos por el poder no reconocen la voluntad popular. El golpe paró la democracia brasileña y comenzó el saqueo del país.
Al frente de toda esta ignominia, estuvo Michel Temer quien fue vicepresidente del gobierno de Dilma. Nunca un presidente brasileño ha tenido más bajos índices de popularidad. Incompetente, rencoroso, esclavos de los poderosos, sólo se ha venido significando por ir acabando con todo lo que de positivo tuvieron los gobiernos petistas. Ha alentado la corrupción más generalizada, incluida la suya propia, ha desmantelado toda conquista social, ha hundido aún más la economía del país y ha convertido a Brasil en un paria en la escena mundial.
Para todo ello cuenta con la mayor degradación vista en los poderes del estado, como el Poder Judicial, la Policía, los Medios de Comunicación y las Fuerzas Armadas. La derecha brasileña muestra con Temer su sucia cara sin disfraces. Con su dominio en el Congreso de Diputados más de derechas y corrupto que el país ha tenido, ha contado con la inestimable complicidad de los medios de comunicación, sobre todo de la poderosa y golpista Rede Globo, que ya sin tapujos se presta a destruir todo vestigio de democracia y promover un gobierno antidemocrático, antipopular y antinacional.
Y fue precisamente para que el golpe institucional contra Dilma cerrase cualquier atisbo de esperanza para el PT por lo que el poder decidió encarcelar al propio Lula, a fin de evitar su concurrencia a las elecciones. Los jueces, casi todos ellos cómplices de la derecha, encerraron a Lula sin ningún tipo de prueba, sólo para apartar su gran carisma de la arena electoral. ¿Como el STF-Supremo Tribunal Federal se va a pronunciar sobre cualquier tema, si no sólo calló sino que ayudó al golpe y ha venido prestando todo su apoyo a todas las brutales ilegalidades que la derecha practica todos los días? ¿De qué sirve una Justicia que no ha impedido el crimen contra la democracia perpetrado en el Congreso? Sobornados por un Congreso cuya mayoría está corrompida con pruebas, los jueces, desde la primera instancia a la corte suprema, son sin duda los mayores traidores al país.
Así con el silencio y el apoyo del Poder Judicial, los medios con la Rede Globo al frente, se dedican a “fabricar” la opinión pública a favor de los golpistas de derechas. Salvo honrosas excepciones los medios mienten, manipulan, calumnian, tergiversan y dan todo su apoyo a la derecha.
Con Temer al frente se ha ido entregando el país a las grandes corporaciones transnacionales, privatizando todo lo privatizable y recortando todo lo recortable. Y Temer, un impostor, no podría haber asumido la presidencia sin la complicidad de todos los actores mencionados. Temer derrotado cuatro veces seguidas en las elecciones, sólo viene imponiendo su programa destructor porque la democracia brasileña fue herida de muerte por el golpe institucional.
Temer lanzó una ofensiva legal que destruyó las principales conquistas y derechos de los trabajadores, a través de su reforma laboral y medidas de jubilación. Se prohíbe el aumento del gastos en educación, salud y vivienda para 20 años. Impone que las reglas del trabajo sean firmadas sólo por los trabajadores y los patrones. Se promulgan leyes para vender libremente tierras y recursos al capital extranjero, especialmente grave en la ya devastada Amazonia.
No obstante el desgaste de Temer ha sido galopante, llegando a defraudar a todos los que armaron el golpe. Su inutilidad absoluta agravó sus nefastas políticas. La recesión no sólo continuó sino que se agravó considerablemente. El aumento de los salarios de los funcionarios leales y de los jueces y la multiplicación de cargos en el Congreso, lanzó una voz de alarma a la economía. El déficit fiscal se disparó.
La producción industrial registró una caída del 6%, el desempleo aumentó rápidamente, la gestión de Temer no ha podido ser más desastrosa.
Además todo el período Temer ha sido una constante y sostenida protesta social contra el gobierno golpista. Decenas de fuerzas sindicales, estudiantiles y campesinas con el poderoso MST-Movimiento de los Sin Tierra al frente, organizaron el Frente Brasil Popular, una verdadera pesadilla para Temer, todo ello unido a un aislamiento internacional de él propio y de su gobierno. Los silbidos, insultos y abucheos que recibió Temer en la inauguración de los Juegos Olímpicos en el estadio Maracaná de Río de Janeiro y su renuncia posterior a participar en la ceremonia de cierre, fue un ejemplo de la casi nula popularidad de un presidente títere.
Al final, con un gobierno Temer fracasado, cuestionado nacional e internacionalmente, era hora del relevo. Los actores del golpe se volvieron, ahora, a la versión violenta, populista y atemorizante, se volvieron al fascismo representado por Bolsonaro.
EL TRIUNFO DEL FASCISMO EN BRASIL JAIR BOLSONARO, EL “HITLER BRASILEÑO”
“ Ningún gobierno lucha en contra del fascismo para destruirlo.
Cuando la burguesía ve que el poder se le escapa de sus manos,
alza el fascismo para mantener sus privilegios. “
Cuando quedó probado para las élites que Temer es un perfecto inútil, se sucedieron presiones de todo tipo para buscar alguien mucho más radical, alguien capaz de reunir esfuerzos de todo lo peor de las clases poderosas. Y ese ha sido Jair Bolsonaro, un personajillo hasta hoy sin ninguna importancia ni trayectoria política digna de mención. Este tipo, ex militar, ex católico y ex casi todo, no es más que un parásito que jamás hizo nada digno en su vida, No obstante, sí que vio por donde iban los sentimientos de la irritada clase media en la época del golpe contra Dilma, y se subió al carro con todo el apoyo del evangelismo y de sectores católicos de extrema derecha. Como colofón se dirigió a una excrecencia parlamentaria, el PSL (Partido Social Liberal), el PSL, un partido de alquiler, fue el único que aceptó la estrafalaria plataforma de Bolsonaro con su discurso contra los pobres, negros, mujeres, indígenas y homosexuales. Y lo que pudo parecer ridículo ha acabado convirtiéndose en una realidad trágica.
Bolsonaro, como la mayoría de sus seguidores no es un fascista, sólo adopta sus formas y ropajes. No entiende mucho mas allá de sus impulsos e intereses, le falta ideología, le falta el proceso intelectual y doctrinal que lleva a un proyecto como el fascismo. Bolsonaro es un gorila militar, un dictador con sueños de gloria. Y para ello no le faltan recursos, su discurso simplista, ofensivo y machista enamora a sus seguidores que se sienten identificados con su culto a la violencia y al terror y con sus mentiras fáciles de digerir. Racista, xenófobo, homofóbico, misógeno, machista, ultraconservador, con sus alabanzas a la dictadura militar, a la tortura y al asesinato de los opositores, pronto cautivó al gran capital, a las clases medias y a las Fuerzas Armadas. Son estos sectores los que sí son fascistas y saben cómo utilizar sus herramientas sociales.
Su partido, cuenta con civiles y militares que cansados de la inutilidad y supuesta “tibieza” de Temer, han decidido ir a por todas. Se trata de gente, como se ha dicho, admiradores de la sangriento dictadura militar (1964-1985), que reprimió, asesinó, torturó e hizo “desaparecer” a miles de brasileños. El mismo Bolsonaro no duda en decir: “¡ Sí, estoy a favor de una dictadura militar! ¡Nunca resolveremos los graves problemas nacionales con esta democracia irresponsable!” Se trata de la misma persona que dice que: “… el error de la dictadura militar es que torturó en vez de matar unas 30.000 personas como en Argentina!”
El nuevo presidente de Brasil, es un defensor abierto de todos los sectores más ricos, del gran capital, de lo peor de las élites brasileñas. Desprecia a las mujeres, está en contra del feminismo, es partidario de la mano dura con el pueblo y sobre todo los jóvenes, y, por encima de todo, odia a los negros ( “esa raza que no sirve ni para procrear”) y a todos los pobres del país.
Entre sus planes está el destruir todo progresismo en la educación, mantener a las personas con los salarios más bajos posibles, entregar aún más el país y sus recursos, como la Amazonia, a las multinacionales. No va a reconocer ningún territorio indígena, y piensa armar a todos los pistoleros de los terratenientes dando vía libre para asesinar indígenas.
Y, sin embargo, más del 56 de los votantes lo han apoyado, y entre ellos hay millones de pobres, de campesinos empobrecidos, de negros que viven en las favelas y los barrios pobres, mujeres a pesar de su misoginia, y mujeres no sólo de sectores acomodados.
¿A qué se deben estos apoyos “contra natura”?
Se explican muchos apoyos, en primer lugar, debido a la lógica del discurso fascista con ideas simples, simplistas, nada elaboradas y dirigidas a las emociones y sentimientos más básicos del individuo, como el miedo, el odio, el egoísmo y la envidia. Bolsonaro es un indigente intelectual, incapaz de salir airado de ningún debate, y por eso se niega a entrar en los para él peligrosos terrenos de la dialéctica. Por eso se ciñe a la clásica retórica fascista, utilizando también herramientas más recientes como los “fake nes” y culminando con aquello de que “ si se repite una mentira las veces suficientes, acabará por convertirse en verdad”.
En segundo lugar, tras el triunfo de Bolsonaro están las élites brasileñas, está una millonaria inversión, el apoyo de todos los sectores reaccionarios, los sectores empresariales y financieros, los grandes grupos mediáticos y la mayoría de las iglesias evangélicas y pentecostales, siendo que estas iglesias se ven representadas en la idea de la vuelta de la mujer a la familia tradicional y al recorte de sus libertades conquistadas.
La enorme ofensiva fascista dotada de estas armas, no comenzó con el período electoral, sino que viene desde hace mucho tiempo atrás. El triunfo fascista es simple y dolorosamente el resultado de una manipulación política que los grupos de poder ejercen sobre un pueblo, como el brasileño, con escasa educación, menos información y poca conciencia política, factores presentes en al menos cerca de la mitad de la población.
También hay que señalar la inercia y desinterés de una gran parte de la intelectualidad. Los intelectuales de los sectores de la derecha tradicional miran con repugnancia a Bolsonaro pero se van a guardar mucho de oponerse a la marea fascista. Y los de la izquierda llevan décadas hablando de lo divino y lo humano sin concretar nada, y son conscientes de su gran parte de culpa por sus políticas tibias y posibilistas, con su apuesta por ir despacito para no alarmar a los mercados y a las clases medias.
En cuanto a la adhesión a Bolsonaro de las masas de pobres, negros, mujeres y homosexuales, el análisis debe pasar por varios puntos. Veamos, años y años de desencanto con el PT ha hecho cundir un clima de desesperación, asco y resentimiento. Con el tejido económico y social destruido se abre espacio para todas las formas de oscurantismo e irracionalidades entre las masas populares. No olvidemos que el miedo es la cuna del fascismo, es su sustento; no es casual, por ejemplo, que las políticas austericidas vigentes en Europa han estimulado el avance de las fuerzas fascistas.
Otro de los factores que explican el triunfo de Bolsonaro, es el modelo brutal y competitivo de la sociedad actual, especialmente duro en las grandes ciudades. Cuando desde el poder se fomenta una sociedad individualizada es difícil cultivar la solidaridad; lo que se fomenta es un mundo ferozmente competitivo, con una moral que admite cualquier comportamiento para sobrevivir y ascender. La violencia en la competencia social brasileña se convierte cada vez más como un culto a la violencia como medio de vida, la brutalidad es valorada, en uno mismo y en el poder. Y sin embargo si asistimos a una sociedad crecientemente violenta, los que apoyan a Bolsonaro también se quejan, de forma paradójica, de esta clima de violencia que también les victimiza a ellos. El clima de violencia e inestabilidad, con más de 60.000 asesinatos anuales, produce una sensación cierta de miedo, de estar en peligro… y de exigencia al poder para usar la violencia… contra la violencia. En esta línea Bolsonaro ha sabido qué prometer en cada momento, con sus ofertas para que todo brasileño tenga un arma, su culto a la milicia y su apoyo a la represión sin control. Así se explica su política de apoyo sin reservas al accionar de la policía y los militares en la represión de la delincuencia, y su frase: “El policía, entra, resuelve el problema y si mata 10, 15 o 20 con 10 o 30 tiros a cada uno, él tiene que ser condecorado y no procesado.”
Por último hay que tener en cuenta un largo proceso de “fascistización” de las masas, introduciendo conceptos totalitarios, fomentando la intolerancia y las soluciones violentas. Curiosamente eso no ocurrió con la implantación de la dictadura militar en 1964, con un Estado fascista pero que no logró diseminar esa cultura fascista. Sin embargo esta ve si se ha logrado, y ha sido producto de las políticas del Estado liderado por Temer, y el apoyo de organizaciones privadas de la burguesía, el monopolio de los medios de comunicación y la poderosa fuerza de las iglesias evangelistas y pentecostales. Y este proceso también ha creado entre los sectores pobres y desfavorecidos, así como en la burguesía y la clase media un tipo de persona corresponsable del auge del fascismo. Por que con todo lo que se informado, con todo lo que se ha descubierto, no es sostenible que todas las personas que han aupado al fascismo lo hayan hecho por inocencia o ignorancia. Mucho de los que defienden y han votado a Bolsonaro, está de acuerdo con todas sus barbaries fascistas. Cuando alguien defiende a un político machista, misógeno, homofóbico, racista y violento, está diciendo más sobre él mismo que sobre su candidato. Lamentablemente son millones de personas brasileñas a favor del odio, la violencia y el racismo.
Todos los aspectos que explican el apoyo popular a Bolsonaro, se alían a una especie de “culto a la personalidad”, y a la necesidad sentida de un hombre fuerte que venga a solucionarlo todo. Bolsonaro, como catalizador del odio al PT, amplificó la rabia y dio voz al discurso de la intolerancia, atribuyendo todos los males a los “rojos” del PT. “Rojos” o “Comunistas” son expresiones utilizadas como sinónimo de bandidos y gente peligrosa. Todos los que no piensen como él son el “mal absoluto”, y como dice “hay que fusilar a los del PT”.
Por todo lo expuesto, Brasil vive una noche de tinieblas. Se ha elegido un presidente que es una amenaza mortal contra la democracia, los derechos humanos, los derechos de la mujer, los derechos de los trabajadores, la educación, la cultura, el arte, la filosofía y el libre pensamiento.
Como decía el escritor alemán Bertold Brecht refiriéndose al nazismo de Hitler:
“ Por más que el mundo se mantuvo en pie y paró al bastardo,
la perra de la que nació está en celo otra vez. “
BRASIL. ¿Y DESPUÉS DE LAS ELECCIONES?
Es normal que en una democracia se pierdan unas elecciones. Lo preocupante es que en unas elecciones se pierda una democracia.
¿ Y ahora qué? La pregunta inquieta en todo el mundo, pero resuena especialmente en cada rincón desde México hasta Argentina.. La incógnita por el futuro del mayor país y la mayor economía de América Latina se instala en todas las sedes de gobierno a nivel mundial, mientras miles de organizaciones políticas y sociales intentan anticipar las consecuencias de lo que ha ocurrido.
En estas elecciones, por primera vez los partidos tradicionales, como la derecha y el centroderecha carecieron de oportunidades electorales. Todo se ha reducido a una disputa final entre el fascista Bolsonaro y el heredero de Lula en el PT, Haddad.
Si el fascismo representado por Bolsonaro ha vencido las elecciones, no hay que olvidar que eso representa un gran triunfo del capitalismo más salvaje y depredador. El ascenso de la extrema derecha en tantos países también quiere decir que el sistema de dominación capitalista necesita periódicamente de ajustes de choque. Esos ajustes siempre van dirigidos contra los más débiles y vulnerables, culpándolos de todo mal social y de tod decadencia económica. En realidad, ningún gobierno combate de verdad al fascismo, lo mantienen en reserva hasta que ante cualquier mínimo avance de las clases populares, lo sacan del armario para garantizar el lucro de sus robos y sus privilegios. El fascismo sólo es la faceta más siniestra y cobarde del capitalismo, pero es el capitalismo el monstruo, más allá de la máscara que use.
En Brasil y a nivel mundial los grandes capitalistas se frotan las manos ante el triunfo del fascismo brasileño. Si ellos están contentos ya sabemos que las amarguras las cargarán los trabajadores y el pueblo. Malos vientos y peores pronósticos se ciernen sobre Brasil, que está a punto de vivir una de sus más negras noches.
Y si en Brasil el capital utiliza el fascismo de Bolsonaro, también pone en sus manos el poder dictatorial de los militares golpistas, casi todos ellos, pues jamás se hizo una purga de las Fuerzas Armadas. Los militares son servidores de los intereses económicos de las poderosas megaempresas nacionales y trasnacionales, quienes a su vez son los patrones de la oficialidad de las fuerzas armadas, cuestión de la cual ya nadie duda.
Cualquiera que sea el desenlace inmediato de la más dura crisis que el país ha vivido, Brasil no saldrá igual, nunca más será el mismo que fue. La crisis del PT y principalmente la devastación producida por la derecha han destruido la credibilidad de todo el sistema político, ha liquidado la legitimidad del Congreso, ha acabado con el respeto al Poder Judicial. Y el pueblo que votó por políticas progresistas sabe ahora que no basta con votar y ganar para que el mandato presidencial sea respetado por las poderosas élites brasileñas. El sueño idealizado de la democracia brasileña no sobrevivirá, al menos no como hasta ahora. O bien Brasil construye una democracia sólida, para lo cual el Congreso actual, estas Fuerzas Armadas, esta Justicia y este monopolio de los medios de comunicación no podrán seguir existiendo como hasta ahora, o el país deja realmente de vivir en democracia. Si la derecha fascista y el gran capital triunfan y logran asentar su gobierno, habrán enterrado por mucho tiempo cualquier señal de democracia en Brasil.
No obstante, la resistencia contra Bolsonaro y todo lo que representa no debe acabar. Se acaba sólo cuando se termina, y que la democracia haya sido derrotada en Brasil no tiene por qué significar el fin de la lucha por la resistencia. Sí, más de la mitad de los votantes han apoyado al fascismo y al odio, pero tenemos prácticamente otra mitad que no lo ha hecho. Ahora bien, es necesario reconocer la realidad para intentar cambiarla, y resulta indispensable una reflexión crítica de los numerosos errores de la izquierda en Brasil. Hay que reconocer que el PT no intentó cambiar el sistema de opresión capitalista, sino sólo hacerlo más llevadero practicando una política distribuidora, muy importante, pero que no fue a la raíz. No sólo en Brasil, sino en muchas partes el auge de la extrema derecha tiene que ver con que los partidos llamados “de centro” y los de izquierda llevan muchos años bailando amistosamente con los fascistas, compadreando con ellos y comprendiendo sus excesos. En aras de no molestar al mercado y no asustar a las clases medias y poderosas, se considera a la extrema derecha como un elemento legítimo insertado en la democracia. Y sin embargo eso es una política suicida, como decía el cantautor argentino Facundo Cabral: “… me gusta la gente que al pan llaman pan, vino al vino, y enemigo al enemigo”. Esta aseveración siempre fue muy bien recogida por el MST (Movimiento de los Campesinos Sin Tierra de Brasil) cuando expresa: “Ellos (la derecha) no son nuestros adversarios políticos, son nuestros enemigos, y nuestro triunfo significa su derrota, y nuestra supervivencia implica su desaparición.” Y como la historia no se cansa de repetir una y otra vez, o la izquierda es radical y rupturista, o no es izquierda.
Sólo una decidida reacción popular contra el fascismo es el camino. No es hora de lamentarse ni de entregar la victoria sin oponerse al fascismo. Es la hora de resistir, de luchar, de no aceptar la derrota y ni mucho menos legitimar la opresión. Es hora de resistir, con la desobediencia civil masiva, con el boicot a cualquier acción del gobierno, con la lucha en todas sus formas. Recordemos que si un Estado usa la violencia para oprimir, está enseñado al pueblo a utilizar la violencia para defenderse. Si el gobierno de Bolsonaro cumple sus amenazas de utilización de la violencia, no se puede cuestionar que sus víctimas en un momento determinado, deciden hacer todo el uso de su fuerza para defenderse.
Si el golpismo triunfante hace suso de la violencia, será necesario hacer que pague duramente el precio de su actuación. Es necesario luchar para que sus proyectos fracasen, que sus vidas se vuelvan insoportables, que sientan el miedo en sus nucas, que su banda de ladrones se víctima de la ingobernabilidad. Sólo la articulación de muchas luchas y resistencias podrá conseguir que esta gentuza sea derrotada, derribada, execradas y juzgada por crímenes contra la humanidad y la democracia.
ALBERTO MARTINEZ
Miembro del Foro Ametzagaña
Gran conocedor de la politica y sociedad brasileña
Fuentes para este trabajo:
Nicolás Cabrera, periodista de Nueva Sociedad (Argentina).
Esther Solano. Socióloga y profesora de la Universidad Federal de Sao Paulo. Obra: “O ódio como politica: as direitas no Brasil”.
Nils Castro. Periódico digital “Rebelión”.
Ariel Goldstein. Docente de libechi. Periodista y escritor. Diario “La Jornada”
Artículos del diario digital “Brasil, de Fato”
Páginas web del MST (Movimento dos Sem Terra)
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