Como usuarios del Albergue Municipal de Donostia, SOLICITAMOS una ampliación de la estancia en el centro, dependiendo de la situación de cada interno. Hay usuarios que están perdiendo entrevistas de trabajo,(ya que somos usuarios despojados de bienes materiales pero no de nuestra dignidad, y la dignidad está intacta siempre y cuando el usuario tenga sosiego de presentarse a las entrevistas de trabajo sin la espada de Damocles encima, pensando ¿Dónde pernoctare esta noche?…esa situación crea un estado de stress que perjudica en las entrevistas.
………….En el año de la capitalidad europea de la Cultura,NUESTRAS INSTITUCIONES NO TIENEN UN PRESUPUESTO ADECUADO A LAS MULTIPLES NECESIDADES DE LOS MÁS VULNERABLES.Es urgente la ampliación en nuestra ciudad de los días de pernocta en dichos centros de acogida,así como su ampliación…..
Mis reflexiones conmigo mismo. La pregunta que me hago constantemente, porque a mí: será por soy parte del engranaje del sistema socio-económico que hemos creado en esta sociedad tan deshumanizado e hipócrita, ante esta situación caemos los más débiles del eslabón, entonces de das cuenta que has caído en un abismo, y entonces tomas conciencia de quien eres y donde estas, quien soy; nadie, me convierto en invisible ante la sociedad, nadie es consciente de que el alma me duele y mi dolor con el tiempo se va convirtiendo en crónico y mis ilusiones y mis deseos se desvanecen, mi proyecto vital ante la vida se hace añicos y entonces para ciertas clases sociales te conviertes en escoria de la sociedad, se oyen voces, hay que ayudarles y aparecen las garrapatas del asfalto disfrazados de O.N.G.s «sin ánimo de lucro» y te das cuenta que al final te conviertes en un producto que tienes un valor para estas organizaciones, para pedir la cuantía correspondiente a los organismos Europeos del Bienestar Social, a si se siente uno sin techo. La respuesta ¿Quién soy?… nadie. AHORA IMAGÍNATE QUE ESTOY HABLANDO DE TI.
MANIFIESTO POR NUESTRA DIGNIDAD
¿INDIGNOS ? INDIGNADO ¡INDIGNÉMONOS!
Vivimos tiempos difíciles, tiempos de cambio y descontento, y también tiempos de llamada a indignarse, a resistir frente a lo inaceptable, como Hessel habla de la indignación. Sí, estamos indignados porque vemos tambalearse muchos de los logros democráticos conseguidos, pero indigna también ver cómo los aún no conseguidos se alejan cada vez más. Esos logros que se incluyen en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Constitución Española o los Estatutos de Autonomía, los que regulan los derechos a la vida, a la dignidad humana, a la libertad, a la salud, a la formación, al empleo, a la participación, a la vivienda, a la protección contra la pobreza y la exclusión social, a beneficiarse de los servicios de bienestar social, etc. ¿Qué pasa con las personas que sólo los acariciamos tímidamente?
Nosotros, las personas sin hogar, preguntamos: ¿Es digno ser invisible a los ojos de los demás? ¿Es digno ser un número, un expediente? ¿Es digno el rechazo? ¿Es digno que te quiten de en medio con un billete para que te vayas a otro pueblo? ¿Es digno que no te atienda un médico? ¿Es digno no poder solicitar una tarjeta de salud porque no conseguí todos los papeles? ¿Es digno enfrentarse a un montón de trámites que no entiendo y que nadie me explica para acceder a un abogado? ¿Es digno que los medios de comunicación construyan y vendan morbo a costa de mis problemas? Y respondemos: no, no lo es.
Día tras día vivimos en la calle y vemos la ciudad con ojos diferentes a los tuyos. Vemos como limpian las ciudades y como las limpian también de nosotros, de los sin techo, de los que estorbamos en todos lados. Cuando hay un gran acontecimiento (bodas reales, olimpiadas…) las ciudades lucen obras nuevas, flores, fachadas limpias de pintadas… y calles limpias de pobres; se nos oculta, estorbamos. Se cambia el mobiliario urbano con bancos sin respaldo o sillas más pequeñas para que no podamos dormir en ellos y tengamos que buscar otro sitio. Se nos expulsa, y se sabe que existimos pero no se nos tiene en cuenta.
Algunos de nosotros nos volvemos “locos” en nuestro deambular, sin que nadie se dé cuenta de nuestro sufrimiento ni de nuestra situación. Cada Comunidad Autónoma tiene sus normas. Hay ciudades donde te cobran por empadronarte; hay ciudades que, si estás empadronado te dejan hasta 15 días en el albergue; hay pueblos pequeños en los que no hay servicios sociales y no te atienden profesionales que puedan conocer tu problema. Cuando llegamos a una ciudad y pedimos ayuda nos derivan a los Servicios Sociales de barrio pero, ¿de qué barrio si no vivimos allí? Y luego viene la primera pregunta de si estamos empadronados y, si no lo estás, la mayoría de las veces nos quitan de en medio con el billete para el pueblo más cercano.
Pocas veces nos informan sobre alternativas, sólo cogen nuestros datos y si hay mucha gente esperando casi ni nos miran porque no vamos a volver mañana. Hay veces que nos proponen quedarnos en un Centro, pero si no hay un programa de inserción el Centro se convierte en una cárcel llena de normas sin objetivo.
Y es que no nos conocéis, no nos comprendéis, no profundizáis en lo que nos pasa en por qué nos encontramos en esta situación. Se nos criminaliza por pobres, borrachos, drogadictos, enfermos o sucios, se nos juzga culpables y se nos ve como amenaza. La persona que no ha vivido nunca así no lo entiende, “eso le pasa a otros, no a mí” dice, y cuando pasa a tu lado no te mira, y te sientes menos que un perro. Pero es que esto no es un problema de no beber, o de trabajar y punto. Quizá hubo un momento en que decidimos vivir así o llegamos a esta situación por distintas circunstancias, pero tenemos derecho a que se nos respete, y también tenemos derecho a cambiar. Y ese derecho implica participar, estar dispuesto a tener obligaciones, “yo también quiero pagar la luz, que me descuenten el IRPF de mi nómina. Eso es lo que quiero”. Quiero tener derechos sin rehuir mis obligaciones. Las personas sin hogar necesitamos espacios en los que se nos ayude a curar nuestros problemas físicos y psicológicos; las enfermedades mentales, además de las adiciones y poner en orden nuestra vida.
Porque no vale cualquier ayuda, que “hay quien ayuda sin saber”. Te dan dinero a la puerta del “súper” y eso te anima a seguir pidiendo, te conformas con la situación pero en el fondo sabes que necesitas otra cosa: un trabajo, un hogar… Y no lo consigues y la gente pasa y no te mira o te echa unas monedas y la situación se te hace insostenible y bebes para tener fuerzas y aguantar la “indignidad” de no tener donde asearte, de pedir limosna, de no tener un sitio al que ir.
Nosotros queremos dejar de ser invisibles, ser ciudadanos de pleno derecho. No queremos tener que pedir nuestros derechos, que no son un regalo, son nuestros derechos para formarnos, para que nos atienda un médico, para que nos escuchen en los servicios sociales, para que nos atiendan en los juzgados…
Hay muchas cosas por hacer, empezando por conocernos, por no apartarnos la mirada, por escucharnos, por no arrinconarnos en las ciudades y pueblos, por no ponernos difícil el empadronamiento ni otros trámites básicos. Y también hacer campañas de prevención, un Plan de información para que cuando lleguemos a un sitio nos expliquen dónde podemos ir para salir de esto; aparecer en la TV con dignidad, y que se reconozca que nuestro problema existe y también existen soluciones. Que se nos considere dentro de medidas de discriminación positiva, como tienen otros colectivos, que se legisle pensando también en nosotros. Son pasos que se pueden dar igual que se ha hecho con el Plan General de Droga, que reconoce ya la ludopatía como enfermedad a tratar.
Será más fácil si se nos considera PERSONAS, si se nos pone cara y nombre. Entonces el nuestro no será un problema sin más porque es un problema de toda la sociedad. No somos indignos, somos personas, personas que nos rebelamos contra tanto obstáculo, contra la invisibilidad y el abandono.
¡Escúchanos, conócenos y rebélate con nosotros!
Categorías:GUNE IREKIA (Información de Entidades Ciudadanas)
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