ENTREVISTA A CECÍLIA MÉNDEZ, PROFESORA DE LA UNIVERSIDAD DE CALIFORNIA
POR ANDRÉ DUCHIADE, DE LA BRASILEÑA REDE GLOBO
Traducción ALBERTO MARTINEZ del Foro Ametzagaña
Cecilia Méndez, historiadora peruana de la Universidad de California en Santa Bárbara especializada en poblaciones andinas, considera las manifestaciones en Perú como una repetición de un ciclo de violencia política no superado. Añade que los más de 60 muertos en manifestaciones a manos de las fuerzas de seguridad y sus métodos brutales son de los mismos grupos sociales que sufrieron crímenes contra la humanidad con el pretexto del enfrentamiento con el grupo terrorista Sendero Luminoso en los años 80. Esas poblaciones, de carácter rural y de etnia indígena, han ganado voz política y capacidad recientemente, pero no se ven representadas por un sistema político en crisis ininterrumpida desde 2016.
En este marco, Cecilia Méndez ha hecho estas declaraciones respondiendo a las preguntas del periodista André Duchiade :
¿ Cual es la composición social de los grupos que protestan ahora?
El primer factor es regional, las protestas surgen lejos de Lima, en el Sur andino, región que fue un bastión de Pedro Castillo. Esas poblaciones, que aunque no siempre se denominan como indígenas, poseen identidades étnicas; por ejemplo, son chancas, o quechuas o aymaras. Hay una gran población en el campo, pero las protestas se extienden también a las capitales, pues existe una gran conexión entre el campo y la ciudad. En resumen, se trata de una población de las llamadas provincias, en gran parte rurales. Hace poco tiempo estuve en Puno, en el Sur, una de las áreas más problemáticas, y una gran parte de las organizaciones que convocaron la huelga contra el gobierno eran asociaciones urbanas, como la de los comerciantes. Aunque también hay asociaciones campesinas.
¿ Cuál es el relato histórico de las violaciones de derechos humanos en esas regiones?
Ese es un factor muy importante. El patrón de las muertes ocurre en las áreas que más sufrieron la violencia política de los años 80, en la época de la insurgencia de Sendero Luminoso. Era justamente allí donde se producían las muertes, mientras nada ocurría en Lima. La capital presente un patrón totalmente diferente; por ejemplo, en Noviembre del 2000, murieron dos jóvenes en una manifestación contra el presidente Manuel Merino. Pocos días después, el presidente que estaba en el poder hacía menos de una semana, renunció. Actualmente ya tenemos más de 60 muertes, y el gobierno no sólo no rectifica, ni se disculpa sinceramente. No presenta ninguna solución, sólo la de seguir matando. Y es que una muerte en Lima no es lo mismo que una muerte en Ayacucho, por ejemplo, donde han muerto más de 10 manifestantes.
¿Las cicatrices de los años 80 y 90 no se han cerrado?
Las heridas siguen abiertas de un modo muy acentuado. Militares que cometieron crímenes en Perú todavía están siendo juzgados por crímenes contra la humanidad. Lo peor de todo es que aquellos que están en el poder, en las Fuerzas Armadas y en la Policía no aprendieron nada, porque utilizan las mismas tácticas. Se repite el mismo patrón de disparar a matar. ¿ Y porque es así? Porque esta gente no considera que estén cometiendo asesinatos. Piensan que están matando estudiantes de Ayacucho de lengua quechua y que son todos terroristas. Las personas asesinadas en Ayacucho no recibieron solidaridad en Lima porque se pensaba que eran terroristas de Sendero Luminoso; a ello se añade que el Estado, de forma premeditada, intenta resucitar aquel movimiento que murió hace mucho tiempo a fin de que sirva a sus intereses. Recientemente se han detenido a jóvenes en Ayacucho sólo por tener libros de Karl Marx, como si no hubiese pasado el tiempo. En esa zona, por ejemplo, el cuartel Cavito, en los tiempos de la insurgencia de Sendero Luminoso, el Ejército ejercía sus prácticas genocidas. Instalaron hornos crematorios para sus víctimas. Posteriormente, una Comisión de la Verdad, publicó un informe en 2003, con datos como que el 75% de las víctimas de las Fuerzas de Seguridad eran pobres del mundo rural. Entonces reinó una gran indiferencia con respecto al tema, y ahora estamos teniendo el mismo tipo de víctimas. Pero ahora las personas tienen móviles y saben leer y escribir, y las atrocidades del poder son muy difíciles de ocultar. Además, ha ocurrido un cambio en el modo en que esas poblaciones se contemplan a sí mismas. En las manifestaciones se oye decir a mujeres campesinas: “no somos más ignorantes, ahora sabemos que tenemos derechos.” También es importante entender que nuestra democracia sólo se expandió en forma de votaciones en 1980, cuando los analfabetos tuvieron reconocido su derecho a votar. Desde entonces, en cada elección, hay más gente pobre y del campo que vota. Y eso no se entiende en Lima, donde siguen creyendo que esas otras personas siempre tienen que tener menos derechos. Hay en Lima una mentlidad racista y clasista muy presente. Ese esquema mental racista se hizo notar cuando Castillo ganó; entonces la élite limeña quiso anular las elecciones, quisieron anular el voto de la gente pobre, como si no tuvieran nada que decir.
¿ Cómo es la dinámica entre la capital y el interior?
Ese es un problema muy profundo. Existen las “distancias emocionales”, como decía el antropólogo Carlos Iván Degregori, entre Lima y el resto del país, especialmente la Zona Andina Austral, donde está concentrada la mayor cantidad de población indígena. Por eso la sociedad limeña siempre consideró que “índios” como Castillo no tenían derecho a gobernar. Y por eso apoyan a una persona racista como la presidenta Boluarte, que desde su llegada al poder se ha aliado con la peor extrema derecha del Perú.
Aunque Castillo intentó un golpe, la furibunda reacción del Congreso de mayoría derechista, hizo que muchos de los seguidores del presidente encarcelado lo consideren una víctima. Pero, ahora las protestas no tienen mucho que ver con Castillo; hace unas tres semanas la situación era otra, pero ahora con más de 60 muertos, la situación es otra. Bajo la brutal represión del gobierno, la lucha se endurece, hay mucha más solidaridad y mucha más aceptación de las protestas entre diversas capas sociales. Hace algunos días salió una investigación del Instituto de Estudios Peruanos demostró que más de un 50% del Perú apoya a los manifestantes, y que el 69% del pueblo peruano apoya la abertura de una Asamblea Constituyente. Eso es nuevo.
¿ Cual es la responsabilidad del gobierno en este escenario?
El gobierno, desde la primera muerte debería haber pedido disculpas además de prometer que Boluarte no gobernaría así. El no haber hecho eso, ha acabado por ser todavía más importante que el cambio político. Estamos pasando por una gravísima crisis de derechos humanos que recuerda mucho lo ocurrido en los años 80 por la forma en que el Estado está reprimiendo y persiguiendo sin motivo. Circulan videos que muestran a policías disparando a personas desarmadas, a veces a pocos metros. O policías que matan a un hombre que va a socorrer a un herido. Con todo eso, hasta personas en Lima comienzan a manifestarse en protestas contra el gobierno; incluso en barrios de clase media alta como Miraflores, hay vecinos que dan agua a los manifestantes. Algo impensable hasta ahora.
¿ Una nueva Constitución podría generar un sentimiento mayor de pertenencia?
La Constitución que tenemos en Perú viene del gobierno de Alberto Fujimori; es producto de una dictadura, de un gobierno que dio un golpe de estado y cerró el Congreso en 1993. Y fue en ese año que se creó esta Constitución. Es parecida a lo que ocurrió en Chile, donde constitucionalmente el Estado dejó de ser responsable por los servicios públicos, la educación y la salud, y donde por ley estaba prohibido de intervenir en contratos con empresas privadas. Este diseño, en varios países, de un Estado neoliberal al servicio de las empresas, está siendo cuestionado, ahora, tambi´wen en Perú. Por ejemplo, ahora el 51% de las personas creen que el Estado debe administrar los recursos económicos, la salud, etc. Asistimos a un importante cambio en curso.
¿ Pero exista una conciliación posible?
En Perú hay un rechazo muy grande contra los sectores sociales que se beneficiaron con el estado de cosas y la privatización de las grandes empresas. Creo, que, si hubiese un mínimo de voluntad política, sí, podríamos ir más rápido. Pero hay un problema que se arrastra desde hace tiempo; el sistema de representación política se ha desmoronado completamente; no hay intermediarios. El Congreso no representa a nadie, sólo obtiene un 9% de aprobación. Por su parte, los partidos políticos ya desaparecieron hace mucho tiempo, y no tienen ningún proyecto de país. Ante este panorama, el historiador José Luis Reñique, hablando del caso de Puno, observó como, por un tiempo, las autoridades regionales actuaron como intermediarias, pero ellas también entraron en una grave crisis de representación y ya no existen más. Lo que vemos ahora sólo son pequeños líderes locales. Pero, si el problema es cómo conciliar y la presidenta dice que quiere diálogo, ¿Cómo lo va a conseguir matando personas?
Varios países de América Latina viven desde hace más de una década un ciclo de manifestaciones, que, algunas veces, acabaron por causar mucha inestabilidad política. El Perú tiene un pasado autoritario reciente, ¿el país no puede acabar retrocediendo?
No entiendo lo que quiere decir con inestabilidad. Desde 2017, cuando el presidente Pedro Pablo Kuczynski fue depuesto, tuvimos seis presidentes en cinco años. Ya tenemos inestabilidad ahora, eso no está en el futuro. El presidente Castillo estuvo un año y medio, y la presidenta actual lleva sólo algunas semanas y probablemente caerá en breve. Aquí, la inestabilidad es de siempre. Y eso también es debido a que en este país la oposición no quiere reconocer a quien gana, y más si es de izquierdas, porque no le gusta el resultado de las elecciones, como ocurrió en EE UU y en Brasil. En Peru, en 2016 se acentuó esa inestabilidad, porque fue cuando la candidata Keiko Fujimori, hija de Alberto Fujimori, decidió no reconocer al presidente Kuczynski, que ni siquiera era un presidente de izquierda. Desde aquel momento hasta hoy ya se dieron siete tentativas de impechment, de las cuales tres tuvieron éxito.
¿ Pero, es posible concebir una solución sin fortalecer los partidos políticos?
La solución es difícil, y no será rápida. Pero existe un actor político del cual no hablamos, que son los medios de comunicación. Los medios, históricamente desempeñan el papel de un partido político en Perú, y desde siempre han apoyado a la extrema derecha. Cerca del 80% de los medios están bajo el monopolio de un conglomerado con posiciones de derecha y extrema derecha. Su papel es sofocar voces y protestas, desde los medios no se permite la democratización de las voces. Y como no hay partidos, tendrán que surgir otras formas de representación. Y posiblemente venga de las bases, pues, en este momento, son las asociaciones rurales y las asociaciones campesinas las que están divulgando esas otras voces. El historiador Alberto Flores Galindo dice que hoy son las instituciones civiles más importantes del Perú, y ahora están siendo protagonistas de gran parte de esas movilizaciones.
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