De los ODM (OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO) ,a los ODS (OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE): REPITIENDO ERRORES Y FRACASOS.

Durante la cumbre de Naciones Unidas en septiembre del 2015, se aprobó la AGENDA 2030 para el Desarrollo Sostenible, definida como “un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que tabién tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia”. La Agenda plantea los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), derivados de los fracasados ODM ( Objetivos de Desarrollo del Milenio).  Estos ODS constan de 17 grandes objetivos y 169 metas de carácter integrado e indivisible. Son aún más ambiciosos que los ODM y presentan algunas novedades como la lucha contra el Cambio Climático, pero en lo sustancial participan de los mismos errores de planificación y de concepto que los difuntos ODM.

Sin embargo, una vez más, asistimos a un cierto entusiasmo de ONGD,s y otras organizaciones por creer en los ODS, se vuelve otra vez a dar un cierto aval a las NN UU. Las organizaciones son libres de llevar adelante esta iniciativa, pero llegados a esta segunda versión, también se multiplican las voces para no respaldar los ODS. Porque ¿de verdad podemos creer en lo que las Naciones Unidas nos informan acerca de esta Agenda 2030? A muchas organizaciones les resulta muy sospechoso que, una vez más, la resolución de los problemas del mundo dependa de los mismos políticos, empresarios y entidades financieras que fracasaron con los ODM, y de los cuales una gran parte de la ciudadanía global desconfía profundamente.

Los ODS como antes los ODM se dedican a combatir las consecuencias del nefasto sistema capitalista y no ataca a las causas. En realidad no se pone en cuestión al sistema, lo que para muchos torna inviable la consecución de los ODS.

 

FALSEDADES CONCEPTUALES DE LOS ODS

 

Se mantiene una visión retrógada y errónea del desarrollo

La ONU continúa pues, con una visión capitalista del desarrollo condenada al fracaso. No se cuestiona en absoluto el sistema capitalista, limitándose, como siempre, a una huída hacia adelante, hacia el colapso total. Se continúa con una visión desarrollista diseñada por la ONU, el FMI y el BM que ya ha demostrado con creces su fracaso. Más de una vez las políticas diseñadas por esta pléyade de burócratas han ocasionado y ocasionan verdaderas catástrofes económicas y sociales.

 

Continúa combatiendo las consecuencias y no las causas de la situación global.

Al no cuestionar el orden mundial, se continúa desgastándose luchando contra las consecuencias del injusto sistema mundial, sin ni siquiera intentar denunciar y combatir a las causas,es decir, el actual sistema capitalista y neoliberal. Se formula un diagnóstico falso y se aplican medidas erróneas que no llevan a ninguna parte. Por ejemplo, se habla de “reducir el hambre” o de “disminuir la desigualdad” sin denunciar las causas que producen estos fenómenos económicos y sociales, como las injustas estructuras económicas mundiales y la exclusión sistemática de las clases más desfavorecidas.

 

Se da el poder y el protagonismo al sector privado, a las grandes transnacionales y a las entidades económicas, excluyendo, en la práctica, a los Movimientos Sociales y a la Ciudadanía Global.

Los ODS nacen con una absoluta falta de democracia y con un abuso del poder en manos de los poderosos de siempre. No se crean mecanismos democráticos de decisión acerca de los problemas colectivos globales. Una vez más serán los poderosos los que terminarán decidiendo sobre el resto.

Además y, tal como ocurrió con los ODM, la Agenda 2030 se utiliza como arma de chantaje y control sobre los países más empobrecidos, condicionando la asignación de ayudas al sometimiento a los dictámenes de los poderosos grupos económicos, o a los intereses geoestratégicos, tales como la represión de los movimientos migratorios.

 

 

“ Cuanto más ampulosa y florida es la retórica

que acompaña a un hecho, menos relevante es, inevitablemente, su contenido. “

 

Ausencia de un enfoque de Derechos Humanos en los ODS.

La Agenda 2030 no ha incluído en sus ODS un compromiso claro con los derechos humanos, otro de los grandes fallos de este programa. En la parte del texto de los objetivos, sólo aparecen dos derechos, los laborales y los reproductivos, nada más. Y además se substituye la palabra “garantizar” por la de un simple “promover”.

Los ODS priorizan unos Derechos Humanos e ignora otros. Así no se contemplan ni las minorías étnicas, ni a las personas marginadas del sistema. No existe transversalidad de género en ninguno de los 17 objetivos, tampoco se contemplan los Derechos Sexuales ni a las personas LGTB.

 

Se dice promover sociedades pacíficas e igualitarias, pero no se condena la venta de armas ni las políticas genocidas contra los refugiados.

No se puede sermonear sobre la paz mundial, cuando los principales países protagonistas son los líderes mundiales del comercio de armamento.

Igualmente, no se pueden lanzar estos ODS y paralelamente negar una ruta segura y legal a las personas refugiadas e inmigrantes. No se puede hablar de derechos humanos reprimiendo a la fuerza la llegada de refugiados y chantajeando a los países del Sur para que actúen como gendarmes contra los flujos migratorios.

 

Rechazo a combatir los paraísos fiscales, el fraude y la evasión fiscal.

A sólo dos meses de la aprobación de la Agenda 2030, los países se reunieron en Etiopía en la Cumbre de Financiación de Addis Abeba para decidir cómo pagar el proyecto. Allí se retiraron de la Agenda algunas de las medidas más importantes. Los países ricos bloquaron la propuesta de los estado empobrecidos y emergentes para crear un organismo independiente para luchar contra el fraude y la evasión fiscal.

A pesar de que los países del Sur pierden al menos 100.000 millones de dólares por año por los abusos fiscales de las grandes transnacionales, los países ricos se negaron en rotundo a ningún tipo de control hacia sus políticas corruptas y fraudulentas en el terreno económico.

 

Se evita la obligatoriedad y los compromisos vinculantes

A rechazar un enfoque de derechos humanos, se suma que la estrategia de los ODS no es vinculante. Los objetivos no son de obligado cumplimiento, ni hay sanciones a los países que los incumplan o que no alcancen las metas, porque así lo han decidido los países firmantes.

Ocurre lo mismo que con los ODM, con lo que todo se convierte en “papel mojado”, en una mera declaración de intenciones.Los Estados sólo rendirán cuentas ante la opinión pública, mayoritariamente desinteresada en la temática, cuando se publiquen las evaluaciones de resultados. Además y, según la experiencia de los ODM, los Estados siempre tienden a falsiticar esas evaluaciones. Los diversos “Informes Sombra” de los Movimientos Sociales demuestran que las cifras oficiales que dan todos los gobiernos no son reales, se practica el juego de cifras, el maquillaje político de los datos.

 

ERRORES METODOLÓGICOS DE LOS ODS: EL PROBLEMA DE LOS INDICADORES

 

En este contexto, tenemos que casi una tercera parte de las metas que definen los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por los gobiernos en la ONU, están siendo reescritos de facto o borrados por la propuesta del Grupo de Expertos Interinstitucional sobre “indicadores prioritarios”. Nociones importantes incluidas en los ODS, tales como los derechos laborales, derechos de las mujeres a la propiedad, servicios financieros, la herencia y los recursos naturales y muchos compromisos de los países desarrollados para apoyar los esfuerzos de los países en desarrollo, están fuera de la lista de indicadores propuesta y, por lo tanto, no formarían parte de las revisiones de la ONU de la nueva agenda de desarrollo.

El ejemplo más obvio es el Objetivo 10, “Reducir las desigualdades entre países y dentro de ellos”. No se propone un solo indicador para medir las desigualdades entre países (o a nivel global) y no hay ninguna sugerencia de un indicador universal adecuado para la desigualdad dentro de los países. Además alrededor de 50 metas de los ODS (de un total de 169) serán alteradas substancialmente por un indicador que no mida en absoluto o sólo parcialmente lo que trate la meta. Este es particularmente el caso de todas las metas relacionadas con los medios de aplicación. Tome la meta 1.a, que propone “garantizar una importante movilización de recursos a partir de una variedad de fuentes, incluso mediante una mayor cooperación para el desarrollo”. El indicador propuesto (por el Banco Mundial) mide la “parte general en el gasto total del gobierno (incluyendo subnacionales) en programas dirigidos a al 40% más pobre de la población del país”. El “indicador de prioridad” no sólo no mide cualquier mejora en la cooperación internacional sino que también desplaza la atención (y la culpa potencial por no cumplir con la meta) al gobierno del país en desarrollo y no a los países desarrollados que fallen en hacer su parte.

Del mismo modo, la meta 3c quiere “aumentar sustancialmente la financiación” para la salud pero los indicadores propuestos sólo miden el número de trabajadores de salud. La meta 4.c plantea la “cooperación internacional para la formación de docentes en los países en desarrollo”, pero los indicadores propuestos sólo miden el número de maestros capacitados, independientemente de la existencia de la cooperación o no.

Esta incoherencia entre metas e indicadores es particularmente notable en muchas de las metas relacionadas con la sostenibilidad. La meta 15.c de los ODS busca “aumentar el apoyo mundial en la lucha contra la caza furtiva y el tráfico de especies protegidas, incluso mediante el aumento de la capacidad de las comunidades locales para aprovechar las oportunidades de medios de vida sostenibles”. El indicador propuesto es una medida de la OCDE de inversión extranjera directa en el sector forestal, ¡que muchos dirían que es parte del problema.

Similarmente, la meta 17.6 quiere “mejorar […] la cooperación internacional y el acceso a la ciencia, la tecnología y la innovación […] a través de un mecanismo de facilitación de tecnología global”, pero el indicador propuesto por la OMPI mide el uso del actual sistema internacional de propiedad intelectual, que es visto por los países en desarrollo, precisamente, como uno de los obstáculos que esta meta trata de evitar.

 

Por último, sobre los indicadores en sí mismos, la meta 17.18 quiere “para el 2020, aumentar el apoyo de creación de capacidades a los países en desarrollo […] para aumentar significativamente la disponibilidad de […] datos desglosados”. El indicador propuesto sobre indicadores mide la “proporción de indicadores de desarrollo sostenible con la desagregación total producida a nivel nacional”, pero no el apoyo para lograr ese resultado.

 

En definitiva,los retos que plantean los ODS vuelven a ser irrealizables, generando falsas expectativas que no van a ser satisfechas. No existe una base sólida ni una alternativa al actual sistema, principal causante de las desigualdades mundiales. Además el actual contexto mundial es más difícil y complicado que en la época de los ODM. Los  ODS adolecen tanto de errores de diagnóstico y definición, como de método. Esto llevará a su incumplimiento general y al fracaso de la consecución de los objetivos.

 

 



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