Contaba Eduardo Galeano que le preguntó a un hombre del pueblo venezolano que por qué votaba a Chávez; la respuesta fue: » Porque no quiero volverme invisible nunca más.»
América del Sur, en este año del 2019, con excepción hecha de Bolivia, Venezuela y Surinam, està en manos de la derecha. Derecha que no es cualquier derecha, conservadora y republicana. Es una derecha extremista, radical y agresiva, absolutamente complaciente con el imperio del norte, del que se siente vasalla.
Hace apenas unos pocos años las cosas eran muy diferentes, con la mayoría de los países con gobiernos progresistas o de izquierda, la Década de Oro como la llamó Rafael Correa. Cuando nació la CELAC que buscaba agrupar a todos los países de Latinoamérica y El Caribe, sin distingos ideológicos, para iniciar una era de cooperación y solidaridad que permitiera que la región tuviera voz propia. Dejando al pasado la historia de sometimiento y dependencia con relación a USA, que ejercía su control indiscutible. Aquel esfuerzo, que tanta esperanza levantó, ha sido bloqueado. El imperio ha vuelto a imponer su dominio con la complicidad de las oligarquías nacionales ayudadas por los graves errores cometidos por los sectores de izquierda y progresistas.
Hoy Venezuela sufre un brutal asedio encabezado por el imperio y secundado por el bloque de países gobernados por la extrema derecha, con Brasil, Colombia, Argentina y Chile como los más destacados. Ese es el Grupo de Lima, diseñado para atacar a Venezuela. Ahí como socios menores está Costa Rica, con el resto de paìses dependientes y sumisos de Centro América.
Ya no hay recato alguno, nos tienen alineados y comprometidos con el imperio y la extrema derecha continental.
Como dice Natalia Andújar:
“Hay mucha gente que dice que no entiende cómo los países democráticos pueden aceptar la imposición de Guaidó. No sé de qué se sorprenden. Esto es una constante en la historia de los países occidentales: primero fueron a evangelizar a «los salvajes», luego a liberarlos del yugo de la esclavitud que ellos mismos habían instaurado. Más tarde fueron a salvar a las pobres mujeres y a protegernos de armas que solo existieron en sus propias fábricas. Ahora ya no utilizan ningún subterfugio: si tienes petróleo yo te digo quién tiene que dirigir tu país para que yo me beneficie. Yo de lo que me sorprendo es de que la gente sea tan ignorante o ciega. Esa es la democracia y las luces que siempre hemos exportado, mediante la violencia.”
Venezuela antes de Chaves
Durante el período anterior al chavismo, conocido como “Pacto de Punto Fijo” (1958 a 1989), Venezuela estaba totalmente subordinada a los intereses de EUA. Durante más de tres décadas estuvo dirigida por su retrógrada oligarquía local, subordinada a los intereses de las élites extranjeras. Ese período se caracterizó por una intensa corrupción a todos los niveles, por una miserable explotación, por la desigualdad social, la dependencia externa y por el abuso del poder. Cuando el petróleo pasó a ser la principal, y casi única, actividad económica del país, la burguesía venezolana se dedicó a la importación y a la exportación. Se apropiaba de los recursos del petróleo, importaba bienes y vendía esos bienes en el mercado interno. Se la conocía como burguesía compradora, una clase social que jamás estuvo comprometida con el desarrollo del país, limitándose a ser una entidad parasitaria de las rentas del petróleo, recibiendo esas rentas de formas legales e ilegales por medio de una enorme corrupción sistémica y generalizada.
Todo ello llevó a que el modelo estallase. Con la revuelta popular conocida como el “Caracazo” se llegó a la derrota del Pacto de Punto Fijo. A pesar de la brutal represión que provocó centenares de muertos según el Gobierno, millares según otras fuentes, el modelo se hundió. El “Caracazo” fue la reacción del pueblo contra las injusticias provocadas por el modelo político y económico neoliberal implantado en el país. Venezuela se encontraba con un desempleo del 30%, con 3.500.000 niños en la pobreza más absoluta, con el 83% de la población privada de los servicios sociales más básicos, y con el 70% viviendo en miseria total.
La reacción, tras varios avatares, llegó de la mano de las Fuerzas Armadas, por medio del golpe que dio Hugo Chávez.
El legado del chavismo
Hugo Chávez buscó valorizar el legado histórico de Venezuela, volviendo a las raíces de Simón Bolívar “El Libertador” y sus luchas de liberación. Igualmente se basó en Simón Rodríguez, el educador y su sueño de crear una república de hombres y mujeres libres y verdaderamente ciudadanos, con una participación activa en los procesos de transformación política. Y también se fijó en el ejemplo de Ezequiel Zamora “General del pueblo soberano”, uno de los peores enemigos de la oligarquía venezolana de la época, él retomó la lucha de Bolívar por la distribución de la tierra y la dignificación de los campesinos.
A lo largo de casi 20 años de gobierno, primero con Chávez y luego con Maduro, el chavismo ha conseguido 23 victorias electorales, basadas en las transformaciones políticas, económicas y sociales logradas. Los indicadores socioeconómicos de Venezuela mejoraron mucho durante ese período: disminuyó la desigualdad social, aumentó el desarrollo humano y de forma constante el país fue mejorando. A través de las llamadas “Misiones” se llevaron los servicios sociales, la educación, el trabajo y la dignidad a amplios sectores de la población que jamás fueron ayudados en nada por los diversos gobiernos parásitos de la burguesía.
Precisamente esa burguesía se posicionó desde un principio en enemiga mortal del chavismo. Cuando Chaves interrumpió el proceso del parasitismo de las rentas del petróleo, cerrando los canales de trasvase de dinero a la oligarquía, ésta respondió con una oposición tremendamente rabiosa, con un odio incombustible.
Tras décadas y décadas de expolio y corrupción capitalista y abandono de las clases populares, las medidas de Chávez y la ayuda del precio del petróleo, lograron, a través de las llamadas “Misiones”, por primera vez en la historia del país llevar adelante un programa asistencias humanitario a gran escala. Los excedentes de las rentas petrolíferas siempre fueron destinados por la oligarquía venezolana a hacer más ricos a los ricos y más pobres aún a los más pobres. Chávez invirtió el sistema, pero es importante señalar que -al igual que Lula en Brasil-, en Venezuela, pese a la retórica bolivariana, nunca se instauró ni la revolución ni el socialismo. Chávez se limitó a aliviar a las clases populares explotadas durante siglos de abandono, pero, aunque cerró el grifo de las rentas del petróleo, no pudo tocar las enormes fortunas ya amasadas. Cierto que era muy difícil revertir esa situación, y ni siquiera veinte años de chavismo lograron cambiar sustancialmente esa brecha económica.
No obstante el chavismo construyó una mayoría sólida a lo largo de los años, siendo que la crisis económica afectó profundamente al régimen. A eso se añadió en 2015, la pérdida de la mayoría en la Asamblea Nacional, tras lo cual el chavismo mantiene una mayoría relativa. Sin embargo, llevando en cuenta las sanciones internacionales, la presión mediática, los sabotajes, la guerra económica y todas las demás presiones, considerando todas las medidas de desestabilización a las que fueron sometidos los gobiernos de Chávez y siguen perjudicando a Maduro, que más de la mitad del país siga apoyando al chavismo es un activo político extraordinario.
La sed de sangre de la oligarquía venezolana.
Otra vez se puede establecer un paralelismo con las ofensivas burguesas contra los gobiernos de Lula y Dilma en Brasil. A pesar de no haber sido llevada a cabo ninguna revolución, el mero hecho de sentirse amenazada en sus privilegios, despertó una verdadera sed de sangre y venganza en los sectores oligárquicos venezolanos.
El problema no era el socialismo, porque no hubo ni hay socialismo de ningún tipo en Venezuela. Oportunidades para los negocios e incluso para la corrupción no han faltado en absoluto, ni con Chávez ni, especialmente, con Maduro. De hecho, surgió una llamada “boliburguesía” que, vestida de rojo y aliada a sectores chavistas, continuaron saqueando el país, aunque con ciertas dificultades.
El problema tampoco es la ineficiencia económica o la corrupción chavista, porque ambos bandos, la burguesía y el chavismo son ineficientes y corruptos. La ineficiencia económica se dio antes de Chávez, con él y con Maduro. Nadie quiso ni supo “sembrar el petróleo”, es decir, utilizar esas rentas para diversificar la economía e industrializar el país. Siempre se siguió en una economía dependiente, de monocultivo del petróleo. En cuanto a la corrupción siempre fue y es endémica en el país.
El problema de fondo de Venezuela, es que por parte de la oligarquía hay sed de sangre, sed de venganza, porque no son capaces de asimilar emocionalmente la humillación que durante más de dos décadas le ha supuesto a la oligarquía que el chavismo haya dado la palabra a los más pobres del país. El problema para la burguesía y el capitalismo, es que durante veinte años, unos millones de desarrapados muy pobres han ganado las elecciones y han pretendido ser ciudadanos de una república, con un protagonismo político con el que jamás habían soñado. Esta ha sido la gran anomalía venezolana: que durante veinte años ganaron las elecciones los más pobres.. Las élites venezolanas no podían dar crédito: una marea de millones de desheredados que, en una gran mayoría, antes de Chávez, ni siquiera estaban censados, les ganaban electoralmente una y otra vez.
Esa gente nunca había existido, era tan invisible en Caracas como invisible nos resulta a los europeos el océano de miseria que se extiende al otro lado de la valla de Melilla. La fractura social era del mismo tenor. Había muros suficientemente altos para mantenerlos al margen. Las alambradas que separan a Europa del tercer mundo, atravesaban (y atraviesan) todo el interior de Venezuela, separando barrios, blindando avenidas, fortificando residencias adineradas. La diferencia es que ese tercer mundo interior, aunque no votaba, podía votar, y de pronto empezó a hacerlo y a ganar elecciones, eligiendo una y otra vez a un presidente al que la oligarquía calificaba de negro o de mono. Para la parte más adinerada de la población venezolana, esa es la pesadilla en la que llevan viviendo desde hace veinte años.
Los pobres no han ganado mucho, y están empezando a perder gran parte de lo que ganaron por los errores del chavismo y por los ataques internos y externos. Lo que no han perdido es el orgullo y la dignidad de saber que han tenido y tienen la palabra, que por primera vez han sido y son ciudadanos, aunque sean pobres. A eso es a lo que se aferran los que siguen defendiendo el chavismo, incluso cuando reconocen que se ha acabado en fracaso, no pueden olvidar que en el curso de esos acontecimientos, se les dio la palabra con dignidad.
Este sentimiento popular es el que tanto cuesta revertir políticamente, y es lo que despierta tanta sed de sangre y venganza en la oposición venezolana.
La ofensiva capitalista contra Venezuela
A estas alturas no es ninguna novedad que el único interés que tiene el capitalismo para presionar y amenazar al régimen de Maduro es el deseo de apoderarse de las riquezas del país. Estados Unidos utiliza a títeres como Guaidó para que la oposición mantenga el país en crisis perpetua, mientras los estadounidenses ayudados por países como Brasil, Colombia y varios otros, amenazan con la invasión militar y actúan con bloqueos y sanciones económicas.
Los ataques contra Venezuela no tienen absolutamente nada que ver ni con la democracia ni con los derechos humanos. Son un conjunto de intereses políticos, sociales y, sobre todo, económicos los que actúan contra Venezuela. Las reservas de petróleo venezolanas son las mayores del mundo, y además el país posee la cuarta mayor reserva de oro del mundo, la sexta mayor reserva de gas y la novena mayor reserva de agua dulce. Con sólo estos datos ya es posible imaginar lo que está en juego.
Para los Estados Unidos hay poderosas razones para doblegar Venezuela. La primera razón, incluso más allá de la intención de apropiarse de sus riquezas, son las cuestiones geoestratégicas. En efecto si Estados Unidos se queda con las reservas de petróleo y demás hidrocarburos, priva de ellos a China, su principal competidor mundial.
La segunda razón pasa porque la cuenca del Caribe es el punto intocable de una estrategia de defensa y ataque de Washington. Nada ni nadie, excepto Cuba, puede desafiar esta hegemonía estadounidense. Cualquier disidencia, debe ser eliminada, de un modo u otro.
La tercera razón consiste en los poderes populares, como en Venezuela. Estados Unidos puede negociar con cualquier poder estatal, porque esos poderes siguen lógicas similares y pueden ser incluso chantajeados. Pero cuando se enfrenta a poderes populares, desde abajo, como en el caso venezolano, se ve amenazado, no sabe cómo actuar, ya que en la práctica hace demasiado tiempo que la democracia está prostituida en Estados Unidos. Este problema de no saber relacionarse con poderes populares, como Cuba o Venezuela, es el más difícil de abordar para los estadounidenses. Y es porque, a pesar de la crisis, el chavismo conserva dos características fundamentales: su capacidad de pensar y actuar de forma estratégica, y su capacidad para identificar y conocer a su principal enemigo, el imperialismo norteamericano. No es en vano que Venezuela sigue resistiendo mientras tantos gobiernos progresistas latinoamericanos han sido derrocados.
En esta ofensiva, la estrategia diseñada por los EE UU, pasa por la institución de un gobierno títere de la oposición anti Maduro a partir del único foro controlado por la derecha, que es la Asamblea Nacional. La tesis pasa con que ese gobierno pueda funcionar para dividir a las Fuerzas Armadas, para entonces abrir paso al llamado “apoyo internacional”, algo que viene fracasando una y otra vez, sin visos de triunfos en un futuro próximo. Además ese pretendido apoyo internacional no es tan grande como Estados Unidos quiere hacer creer, por ejemplo, sólo 16 de los 34 países de la OEA y sólo 3 gobiernos de los 15 de la Comunidad del Caribe se han alineado con Guaidó, y tampoco se cuenta con el apoyo de la ONU.
Igualmente han fracasado los intentos de la falsa “ayuda humanitaria”, un intento de forzar las defensas del gobierno venezolano, un arma de guerra disfrazada de ayuda. La firme actuación chavista con el apoyo de la Cruz Roja Internacional y de las Naciones Unidas, también ha hecho fracasar esta tentativa.
Las varias facetas del ataque capitalista contra Venezuela, ya fueron explicadas en septiembre del 2018 en un informe de las Naciones Unidas. Sus conclusiones se posicionan contra la versión norteamericana y de sus aliados, de que Venezuela es un estado fallido por sus propios errores. El informe marca claramente las responsabilidades del gobierno de Maduro en la crisis actual, pero sostiene que una causa fundamental se debe a la guerra económica emprendida por EE UU y sus aliados europeos y americanos contra Venezuela.
Así el informe señala varios frentes contra el gobierno chavista.
Por un lado la existencia de una verdadera guerra no convencional contra Venezuela, una guerra fundamentalmente económica, con bloqueos, incautaciones de capitales venezolanos en el exterior y sanciones. Pero también es una guerra acompañada de chantajes a otros países, amenazas de invasión militar, etc.
También se señalan las acciones de sabotaje fronterizo y dentro de Venezuela, alentando y financiando el robo de recursos públicos, alimentos y medicamentos y su posterior reventa en el mercado negro. Especialmente graves son las acciones de la oposición con el sabotaje generalizado de bienes públicos, con incendios provocados en edificios públicos, autobuses, ambulancias, hospitales y otras instituciones. Además de la destrucción de los tendidos eléctricos y líneas telefónicas, el empleo de milicias paramilitares en zonas fronterizas y otros actos violentos equivalentes al terrorismo.
Igualmente, se está utilizando una campaña internacional para la demonización de Venezuela. Para desacreditar al gobierno venezolano a fin de forzar un cambio de régimen, y con el apoyo de la casi totalidad de los medios de comunicación globales, se miente, se difama y se manipula. Por ejemplo, se aumentan de forma excesiva las violaciones en el ámbito de los derechos humanos para que un derrocamiento violento parezca aceptable.
Asimismo se utiliza la emigración venezolana a otros países para atacar al gobierno chavista, cuando, según las Naciones Unidas, “puede demostrarse que las medidas coercitivas unilaterales y los bloqueos financieros han agravado la crisis económica y generado desempleo y emigración a Colombia, Brasil y Ecuador, entre otros países.”
A modo de conclusiones
La oposición venezolana es de derechas y de extrema derecha, son los mismos oligarcas de siempre, resentidos contra el chavismo y con sed de venganza contra las clases populares. Son partidos, como Acción Democrática que, cuando gobernaron cometieron matanzas masivas de trabajadores, como en el Caracazo. Fueron golpistas contra Chaves, y siguieron siendo golpistas contra Maduro. Llevan tiempo intentando derribar al gobierno legítimo utilizando todo tipo de violencia, financiados y dirigidos por Estados Unidos.
No obstante, pese al desastre económico y a la podredumbre del gobierno de Maduro, los partidos opositores siguen siendo minoritarios. El autoproclamado “presidente” golpista, Juan Guaidó, representa sólo un partido de extrema derecha, títere de los Estados Unidos, y apoyado por fascistas como Bolsonaro, Macri, Duque y Netanyahu.
Ante esta situación, los chavistas estrechan filas de forma acrítica en torno a Maduro, en nombre de la defensa de la soberanía. Ante los ataques internos y externos, gana el cerrar filas y se sospecha de cualquier forma de análisis crítico de la situación.
No obstante, ni el desastre económico, ni la incapacidad de Maduro pueden justificar poner en un mismo plano a una burguesía de extrema derecha y al imperialismo norteamericano, junto con el régimen venezolano y las clases populares. Las agresiones contra un país no pueden equipararse a la defensa contra ellas.
Como decía Trotsky, hay que derrotar primero al imperialismo capitalista y a las derechas reaccionarias locales, y después hay que proceder a hacer perder el poder de forma democrática al gobierno incapaz y opresor, como el de Maduro. En resumen, Estados Unidos quiere derribar al gobierno venezolano para instaurar la derecha de infausto recuerdo y convertir al país en una colonia. Por eso hay que derrotar esa amenaza interna y externa, para luego abogar por otro gobierno nacional.
Para finalizar, señalar que no es gratis tomar parte en el conflicto de Venezuela, hagas lo que hagas y digas lo que digas siempre estarás equivocado para alguien.
Si aceptas a Guaidó y su proyecto estás apoyando una guerra de la mano de EEUU, y viendo como acaban o siguen esas guerras que lideró o lidera EEUU solo veo la destrucción de Venezuela…
Si aceptas a Maduro y sus formas, seguirán las carencias, las quejas y los problemas, nada mejorará y el pueblo seguirá pasando penurias injustas…., a menos que una vez eliminada la amenaza contra Venezuela, le llegue el turno de pagar al gobierno venezolano actual.
Habrá otra vía y seguro que algunas vías más para que en Venezuela se recupere el bienestar que puede disfrutar como nación afortunada en riquezas que es, aunque viendo los tres actores principales no es de esperar un final feliz….
Categorías:EQUIPO DE REDACCIÓN
Deja una respuesta