“ Europa fue un bonito sueño,pero ya se acabó. “
( Costa Gavras, cineasta griego)
Nos vendieron ya hace tiempo una Europa que nos iba a ofrecer progreso, modernidad, bienestar y el respeto a los derechos humanos. Muchas personas se ilusionaron de verdad con esta perspectiva de trascender a los países soberanos e integrarse en algo mayor, más grande. Nos vendieron una Europa preocupada por lo social, por el bienestar de todas y todos.
El despertar ha sido gradual, pero implacable. Por eso, cada vez más, asistimos a grandes movimientos ciudadanos que se quieren ir de esta Unión Europea. No quieren estar en esta Europa criminal que permite la muerte de miles de personas que viene huyendo de los países a los que Europa provee de armamento. Millones de personas queremos irnos de una UE que dirige nuestras vidas a través de organismos e instituciones que nadie ha votado, que no gozan de ningún tipo de refrendo democrático. Queremos irnos de una UE que permite abiertamente la evasión y el fraude fiscal de las grandes fortunas, mientras no cesa de multiplicar el número de países y personas empobrecidas. Muchas personas no queremos una Europa que promulga leyes para beneficiar a los poderes económicos, que se permite obligar a cambiar la Constitución de los estados para priorizar el pago de la deuda con los Bancos antes que a la sanidad o a la educación. Somos muchísimas las personas que queremos abandonar esta Europa hipócrita y miserable, que miente y devora todo lo que se le pone por delante.
Se constata desde hace tiempo que sufrimos una UE babélica, inoperativa, autoritaria y profundamente insolidaria. Una “Europa de los Mercaderes” que nunca fue una “Europa de los Ciudadanos”, incapaz de despertar ningún orgullo de identidad o sentido de pertenencia. Una UE pusilámine, tibia, hipócrita. En este marco muchas izquierdas combaten una UE que consideran tiránica y servil con los intereses financieros más turbios. Por otra parte, también muchas derechas quieren ver caer a este monstruo laico, permisivo y liberal. En medio, muchos grupos e intereses que quizá no trabajen en la demolición de la UE, pero que tampoco la llorarían.
Los grandes déficits democráticos de la UE. ¿Por qué se debería obedecer a instituciones escasamente democráticas?
La UE se creó desde el fundamentalismo de los mercados, se creo para el dinero y los grupos económicos, y se trabaja en este unión de capitales, mercados y empresas. Para ello el entronque democrático es un obstáculo. Se puede decir que la Unión Europea no es un organismo democrático y, sin embargo, desde sus marcos autoritarios y opacos se rigen los destinos de pueblos y personas. Del estudio de estos marcos europeos, vemos, por ejemplo que:
La Comisión Europea es el verdadero gobierno de la UE, y este órgano que reúne poderes legislativos y ejecutivos no se elige democráticamente, y en él son los ministros de cada país miembro y, sobre todo, los poderosos grupos de presión los que deciden, hacen y deshacen, ajenos a cualquier control efectivo.
Por su lado tenemos el Consejo Europeo o Consejo de Ministros, cuyos miembros se eligen de forma indirecta y se coordinan con la Comisión Europea.
Estos dos organismos redactan las leyes y las hacen cumplir. Para ello está el COREPER, el Comité de Representantes Permanentes. Se trata de un grupo de diplomáticos, técnicos y especialistas que tratan de leyes, negociaciones (por ejemplo en los casos del CETA y el TTIP).
Estos organismos son elegidos de forma antidemocrática, actúan y trabajan en secreto. Elaboran y deciden en secreto las leyes, que luego dan a conocer e imponen. Todo ello, se insiste, de forma antidemocrática y sin ningún control efectivo. La única institución democrática, junto con el Tribunal Europeo, es el Parlamento Europeo, pero la UE ya previó hacerlo inoperante. Es un Parlamento más o menos democrático, y no se parece a ningún otro Parlamento del mundo democrático. No puede legislar, no puede proponer ni aprobar leyes, sólo presentar enmiendas. Un verdadero monumento a la inutilidad. Y no sólo es que no ejerza control, muchas veces es cómplice con muchos de sus votos de las peores decisiones europeas; por ejemplo, después del escándalo de los llamados Papeles de Panamá, el Parlamento refrenda con los votos de casi todos, incluído el PSOE, la protección del fraude, aprobando la Trade Secrets Protection que coloca el secreto comercial por encima de la libertad de información y constituyen un duro golpe en la lucha contra la corrupción.
En este marco, los votantes no tienen ninguna posibilidad ni herramienta para derrocar al Gobierno de la UE, que desde su autoritarismo impone leyes y normas.
La inutilidad de la UE ante las crisis.
Es cuando estallan las crisis, cuando se pone de manifiesto la inoperancia de la UE fruto de sus deficiencias democráticas y de control. Y las últimas décadas nos muestran una UE pusilánime y cobarde ante países fuertes o con alíados fuertes, y prepotente y autoritaria con países débiles.
Así, cuando Dinamarca votó en contra del Tratado de Maastricht en 1992, la UE recula y ofrece condiciones ventajosas especiales al país escandinavo en materia de asuntos monetarios, de ciudadanía, de Defensa y de Interior. Cuando Irlanda, en 2001, vota en contra del Tratado de Niza, la UE tuvo que otorgar condiciones excepcionales en materia de Defensa. Cuando Francia y Holanda votaron en contra del proyecto de Constitución Europea, y ante el peligro de que otros países hicieran lo mismo, la UE simplemente enterró el proyecto. Cuando el Reino Unido de la era Thatcher corrigió a la baja la aportación inglesa a las arcas de Bruselas, la UE otorga al Reino Unido un trato especial, el llamado “cheque británico”.
La UE ha venido cediendo siempre, porque cuando los países fuertes o con alíados fuertes ejercen su soberanía, la UE no tiene recursos para oponerse. Eso sí, cuando se le enfrenta un país débil, caso Portugal y, sobre todo, Grecia, ejerce todo su poder de presión, autoritarismo y amenaza.
El caso de Grecia fue paradigmático. Aquí asistimos al bochornoso espectáculo de una UE débil y cobarde ante los poderosos, y prepotente y autoritaria contra los débiles. Se trató a Grecia como un inquilino problemático de la UE y no como a un miembro de la comunidad europea. La UE ejerció imposiciones, presiones, humillaciones y amenazas, así como chantajes e injerencias descaradas en la soberanía griega. La Alemania de Merkel llevó el peso de la represión, pero no lo hizo sóla, contó con el llamado Grupo de Visegrad con el apoyo de Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Gran Bretaña, Dinamarca, Austria, Noruega y Finlandia. Y con el beneplácito más o menos explícito de todos los gobiernos de la UE. El mensaje lanzado podría ser: “Grecia -y como aviso a todos los países tentados de desobedecer- ¡Cumplan todos los deberes económicos y financieros, o los atacaremos y destruiremos!, mientras que el mensaje al resto de países es: “No cumplan los deberes jurídicos y humanitarios y no pasará absolutamente nada!
Con independencia de los muchos errores del gobierno griego, la postura europea intransigente y la determinación de humillar a Grecia supuso una clara violación de los ideales y principios fundacionales de la UE. Pero también supuso y supone hoy en día una quiebra ya irreparable e irreversible de la credibilidad y confianza en la UE, que nunca se ha recuperado del divorcio con una gran parte de las sociedades europeas.
Por todo ello, cuando estalló el Brexit, la UE mostró el daño causado por su actuación en Grecia y la carencia de moral y recursos para enfrentar la salida del Reino Unido. Efectivamente el Brexit lo ha instrumentalizado el racismo presente en Gran Bretaña, así como las derechas y extremas derechas europeas. Pero a ello contribuyen las izquierdas y las socialdemocracias que continúan haciendo el idiota intentando salvar un invento del capital como es la Unión Europea. Y es que, en el fondo, el Brexit es una revuelta de la clase trabajadora inglesa; tal vez no la revuelta que muchos deseábamos, pero el resultado del referendum tuvo y tiene como trasfondo la ira y la sensación de no pertenencia a la UE de la clase trabajadora. Lo que ha dicho la mayoría del pueblo de la Gran Bretaña es que ya no cree en la UE y que prefiere asumir los costos que implica estar fuera de ellas antes que quedarse. El mensaje es imborrable y ya hay varios países candidatos a tomar la misma decisión.
En efecto, cuando las crisis son graves, la UE se ve siempre superada. Fue el caso de las guerras producto del desmebramiento de la ex-Yugoslavia. Ante el genocido cometido por los serbios, la UE miró para otro lado, los países miembros tomaron posiciones antagónicas, y hasta las fuerzas armadas europeas fueron, en ocasiones, cómplices por omisión de actos genocidas, como el notorio caso de Sbrenica. Tuvieron que ser los denostados EE UU los que impusieran un final al largo conflicto. Además este período bélico demostró la incapacidad europea en evitar barbaries y genocidios cometidos por europeos después de la segunda guerra mundial; la UE vio derrumbarse las convicciones de que los europeos no cometerían esos crímenes, que eso era cosa de africanos. Asimismo, en ese período quedó de manifiesto un sentimiento de islamofobia contra la población bosnia que ha ido creciendo desde entonces.
Toda esta suma de errores y debilidades llevó a la claudicación casi incondicional de la UE ante una prepotente Alemania que impuso su programa económico, utilizando como arma principal el euro. Y éste sólo ha producido un fatal estancamiento económico y una política austericida que no cesa de agrandar la desigualdad social y la pobreza en Europa. Se trata de preservar en lo posible al centro y norte de Europa a costa de los países del sur y el este. ¡ Toda una declaración de insolidaridad! No es de extrañar el conjunto de voces del sur que claman por salirse de la disciplina monetaria, abogando por un “Euro del Sur”, o directamente por abandonar la zona euro que sólo les ha traido problemas y marginación. Se parte de dos premisas para este desencanto con la moneda única: la constatación de que la UE nunca ha supuesto una unión política, sino únicamente económica y monetaria que sólo ha beneficiado a unos países. Y es que para que el euro hubiese representado una herramienta de cohesión, hubiese sido necesaria una mutualización de la deuda con los eurobonos, así como una política fiscal e impositiva comun. Nada de eso se ha hecho. Y entonces tenemos a los gobiernos, sobre todo del Sur, que han preservado mucha soberanía, pero han cedido su soberanía económica, en aras del poder alemán. Pero la economía es la principal preocupación de la ciudadanía, lo único que verdaderamente le importa es su bienestar y el de sus hijos. De ahí su desencanto con el euro, con la UE y un cierto odio antialemán. En una Europa que se cae a trozos, ante su fracaso sistémico ha de hacernos reflexionar para que sirve realmente pertenecer al fiasco del euro, del BCE, de la tiranía de Alemania y del empobrecimiento galopante de las clases trabajadoras. No se puede construir comunidad con los cimientos disolventes del capital.
Y finalmente tenemos “la madre de todas las crisis”, la de los Refugiados. La llamada Crisis de los Refugiados y la actuación de la UE en ella, ha supuesto y supone la ruptura (creemos muchos que para siempre) de todos los principios de solidaridad que Europa ha ido construyendo a lo largo de las décadas pasadas y que se ha demostrado que eran papel mojado, meras e hipócritas declaraciones de intenciones que se han abandonado ante el miedo suscitado por los refugiados. Y la cuestión no tiene arreglo, por dos razones; porque los motivos del éxodo hacia Europa no van a remitir y porque los estados miembros de la UE van a seguir chocando entre sí.
La UE fracasó en sus políticas de inmigración, en ninguna parte se ha conseguido una verdadera sociedad intercultural. Este problema estructural ha quedado bien de manifiesto cuando la crisis de los refugiados ha dejado al descubierto la falta de una política común en materia de inmigración y refugio.
Y sin embargo, Europa tiene su gran cuota de responsabilidad en esta crisis, aunque la UE se declara amnésica e irresponsable de sus actuaciones en los países del sur, subsiste el hecho de que contribuyó en gran manera a la problemática actual. Europa, junto con USA, alimentó el islamismo radical para frenar a los nacionalismos árabes, vede armas en gran cantidad, y también actúa abiertamente con sus bombardeos y devastaciones. Europa intervino militarmente en Afganistán, Irak, Libia y Siria desestabilizando toda la región. La Europa colonizadora y neo-colonizadora, la que robó y explotó y lo sigue haciendo en África, esa Europa tiene responsabilidades tanto en las migraciones de refugiados como en las de tipo económico. Es justo que Europa que fomenta guerras y miseria con acciones armadas, con venta de armamento y un comercio injusto y desigual, reciba ahora a las víctimas de sus acciones.
Pero en Europa ya no hay ni lugar para la vergüenza. Pasados los primeros momentos, para la UE los refugiados son una mercancía molesta que hay que confinar y a ser posible expulsar. En este contexto se explican las atroces palabras de Jan Jambon, el Ministro del Interior de Bélgica, cuando expresa: “Devuélvanlos al mar. Vayan en contra de la ley, me temo que no me importa si los hunden, los quiero devueltos…”
Asistimos, una vez más, al fracaso total de la UE a la hora de gestionar una crisis grave como es la de los refugiados, la mayor a las puertas de Europa, hay otros éxodos más graves pero están lejos y no importan. Cuando fruto de sus políticas llega la crisis de los refugiados, la UE, desorientada ha sido incapaz de actuar como colectividad, cada país lo hace por su cuenta llevando al actual desastre total. No sólo eso, sino que ante la masiva llegada de personas, cada país ha ido cerrando fronteras, y Grecia, víctima de la UE, ha sido obligada a convertirse en verdugo y carcelero. Para ello, la UE ha esgrimido el “Sistema de Dublín” de 1990, imponiendo la norma de que en materia de asilo y refugio el primer país europeo receptor sea el único responsable. Y cuando se actúa como UE ante el desbordamiento de refugiados fuera de Grecia, se lanza el Tratado con Turquía vulnerando las leyes internacionales y las propias. Ante la gravedad de la crisis la UE se alía con el país que tiene la llave de la espita para cerrar o abrir el éxodo, y para ello no ha dudado en violar todos los derechos humanos, los propios principios de solidaridad y caer en la total ilegalidad. Asistimos a una Europa hipócrita e inmoral. Y además esa inmoralidad no puede frenar el problema, mientras continúen las guerras seguirán llegando refugiados. Además el Tratado ilegal con Turquía hace aguas por todas partes ante las crecientes contrapartidas exigidas por el gobierno dictatorial de Erdogan, lo que lleva a abrir otras puertas de entrada como la de Italia. El coladero no tiene final.
Reflexiones compartidas
Europa ha venido utilizando hasta la saciedad el discurso de ser la región más libre y democrática del mundo. Arropada en el discurso de Defensora Universal de los Derechos Humanos, se arroga ser una civilización superior a todas las demás. Mientras las cosas fueron más o menos bien, el discurso se sostuvo, pero crisis tras crisis se ha demostrado su absoluta falsedad. Asistimos a un resurgimiento de todo tipo de nazismos y fascismos, al miedo al otro no europeo. Para ese otro, para esos otros, se viola la libertad de circulación y residencia, se aplastan los derechos humanos más básicos, se resucitan verdaderos campos de prisioneros, se chantajea a los estados miembros para que blinden sus fronteras y se buscan alianzas con países extraeuropeos para que ejerzan de gendarmes represores.
Para la UE, los Derechos Humanos son sólo para los europeos, y eso con matices. En efecto, en una Europa insolidaria con su propia gente llevamos tiempo asistiendo a un creciente recorte de las libertades, a una deriva autoritaria también con los europeos. Las reformas laborales impulsadas por la UE han hundido económicamente a las clases trabajadoras y a los pensionistas. Además se implantan leyes que restringen los derechos humanos de la ciudadanía para evitar o entorpecer la protesta social.
Como dice SamiNair: “ La Unión Europea ya no existe y sus dirigentes no representan a las sociedades europeas.” Y eso deriva del hecho de que la UE nunca pasó de ser una unión neoliberal de banqueros, grandes empresarios, transnacionales y oligarcas, nunca fue una unión política y, desde luego, nunca tuvo voluntad de construir una Europa Social. Europa hace tiempo que dejó de ser una promesa de progreso, ahora sólo representa problemas, dificultades e involución. Ante cada crisis los políticos se esfuerzan sólo en lograr acuerdos sobre procedimientos y normas que suenen bien, pero que no influyen en nada en las sucesivas crisis.
Europa se enfrenta al fracaso de sus valores, a la constatación de que el concepto de una Europa Unida nunca fue real, nunca representó más que una falacia adornada de bellas palabras. A la hora de hacer realidad valores de solidaridad y protección, la UE carece de programa y voluntad. Habla de moralidad pero es incapaz de aplicarla. La UE está cogida con hilos y ha roto la promesa de lo que dijo ser; la UE que nació con los ideales de democracia, solidaridad y progreso ha muerto devorada por un capitalismo sin alma, y una hostilidad hacia cualquier perspectiva de igualdad. La UE se lanza, ciega, a una carrera sin sentido, no solventa las crisis, las entierra, y se niega a renovar sus obsoletas estructuras.
La UE hace tiempo que ha sido raptada por los poderes económicos que conspiran contra la democracia. El sistema europeo está estructuralmente podrido, con el apoyo de millones de europeos de partidos reaccionarios. Que esta Europa se resquebraja para muchos es una buena noticia. Que se rechace el tinglado de instituciones financieras, empresariales y burocráticas que gobiernan Europa bajo la hegemonía de Alemania es una buena noticia. Que no haya triunfado el miedo y la profecía de catástrofes si se votaba con el corazón y no sólo con la cartera, es una buena noticia.
La UE no dispone de mecanismos para una reforma en profundidad en el sentido de construir una Europa de los Pueblos, no del Capital. Con las leyes europeas en la mano es imposible, además de ilegal, realizar una política económica social en el seno de la UE. No hay otro camino, para una mayoría social, que la salida de la UE. O concienciamos a las clases populares de que en la UE no hay futuro o lo hará la extrema derecha. Cuanto dejemos de darnos cabezazos contra el muro de la UE, antes encontraremos un camino para la solución de nuestros problemas.
Que la ciudadanía ejerza su derecho a decidir, sólo es peligroso para las fuerzas fácticas que nos gobiernan y que hoy por hoy son nuestros enemigos.
IPAR HAIZEA TALDEA
Categorías:EQUIPO DE REDACCIÓN
Deja una respuesta